Revista Solidaridad

Sísifo y el río

Por Pcelimendiz

Anda el Sistema de Servicios Sociales en una crisis de identidad fruto de su indefinición como sistema y del papel residual que ocupa en su relación con el resto de Sistemas Públicos de Protección Social.


Sísifo y el río
El grado de conciencia sobre esta crisis no es ni mucho menos homogéneo. Hay quien considera que el modelo está agotado y que la deriva asistencialista que nos ha invadido desvirtúa el objeto del sistema. Hay quien piensa, sin embargo, que es principalmente en lo asistencial donde se encuentra la verdadera razón del mismo.
Cada vez el sistema se encuentra más escorado hacia lo paliativo y lo asistencial. Las condiciones estructurales socioeconómicas generan tal cantidad de problemas para los ciudadanos que el trabajo con las consecuencias de los mismos se hace ineludible.
En la clásica parábola del río, (utilizada por el antropólogo Saul Allinsky para explicar la necesidad de analizar las causas profundas de los problemas sociales y de las desigualdades de clase, en lugar de buscar soluciones puntuales a problemas específicos), hemos renunciado a analizar y preguntarnos porqué hay tantos cuerpos flotando en el río.
Nos limitamos a rescatarlos y ya está. Si caen de nuevo, o las razones (de orden individual, social, o de una combinación de ambas, como muchas veces olvidamos) da igual. Ya les volveremos a sacar. Al fin y al cabo, sólo es necesario reclamar más medios para ello.
Trabajar con las causas es complejo. Requiere de un tiempo y una energía del que carecemos en los entornos burocratizados en los que trabajamos. Puntuar en la responsabilidad individual tiene un sesgo culpabilizador que es complicado compatibilizar con la intervención social. Mejor obviarlo. Puntuar por otra parte en las condiciones estructurales nos sitúa ante una intervención política donde las referencias son tan amplias y complejas que hacen difícil, desde muchas de nuestras posiciones, el trabajo transformador sobre las mismas. Mejor no planteárselo. Y tener en cuenta la mutua interrelación entre ambas causas requiere de análisis complejos para los que no estamos preparados. Nos gustan demasiado las explicaciones simples.
Sísifo y el ríoPor tanto, si no trabajamos sobre las causas, nos queda como campo preferente de acción las consecuencias. Al fin y al cabo, se trata de una elección legítima para un sistema que presencia de una manera tan cercana el sufrimiento de las personas y a la que es difícil sustraerse desde el pragmatismo que muchas veces defendemos.
Pero no es una elección fácil, ni gratuita. En primer lugar supone dejar expedito el camino para las medidas asistenciales y paliativas, tan del agrado de la ideología neoliberal. Por otro lado supone presenciar la cronificación de los grandes problemas sociales de los que somos testigos. Y por último implica asumir los riesgos que suelen conllevar aparejados esas medidas: el paternalismo, el control social y la burocracia. Riesgos sobre los que, consecuentemente con nuestra elección no podremos sino aplicar una política de reducción de riesgos.
Es una de las razones, sólo una más por la que, al igual que en el mito de Sísifo, estamos ciegos y condenados a empujar indefinidamente la piedra de nuestro objeto montaña arriba mientras presenciamos como, una y otra vez, vuelve rodando hasta el valle.

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