Revista Espiritualidad

Sitémicas

Por Srigangamata @SRIGANGAMATA

Una mañana miramos a los ojos de nuestros padres y nos damos cuenta que se equivocan, que no son infalibles, que están tal lejos de ser perfectos que nos producen decepción, nos indignan, porque nos hacen sentir estafados, y nos dejan en un mundo de verdades a construir, y llenos de incertidumbres.
(Se llama Adolescencia, y es adolecida tanto por nosotros como por nuestros padres, sin dudas)

Una tarde llegamos de nuestros trabajos comprendiendo que estamos siendo manipulados, exprimidos, abusados, que ni uno de los ideales que la empresa en la que trabajamos detenta hacia afuera se cumple hacia adentro y que las promesas de nuestro reclutador se fueron por la misma cloaca que las ilusiones de éxito que nos crearon.

Una noche vemos nuestro reflejo en la pantalla del televisor de 50 pulgadas y nos preguntamos como llegamos a estar así (sin pareja, o desparejos, o mal emparejados ) y cuándo fue que caimos en la falacia de creer que el romanticismo de Bécquer, la pasión de Baudelaire y el altruismo de Comte tenían algo que ver con el contrato en el que “un par de ciegos juegan a hacerse daño”.

En decires de Picasso “La juventud es la única enfermedad que se cura con el tiempo”

Cuando uno llega al punto de la vida en la que las idealizaciones mueren de muerte natural, por la misma disentería que mata a los binomios “correcto e incorrecto” ” bueno y malo” producto del empacho de hechos que los purgan, el vacío que queda es angustiante.
Y exactamente ese el punto que marca el fin de la inmadurez, sin abrir aún el principio de la adultez, dejándonos en una encrucijada que definirá quiénes seremos cuando nuestro vitelo seque.

Podemos dejar que nos lleve la corriente, “comfortably numb” (plácidamente adormecidos) en la resignación del “no se puede ir contra el sistema”:

Entonces, dedicar nuestra vida a la serie de obediencias debidas que nos encadenan a los paradigmas de recreación, ejecución, reproducción, producción, discriminación, moralización y descarte.
Sin pensar, sin discutir, asimilando, a costa de nuestro cuerpo y nuestra emoción, las incoherencias que dichos paradigmas crean en nuestra conciencia y en nuestras pulsiones, pero firmes en la convicción de que, bajo toda circunstancia, los insuficientes somos nosotros.
Así que a atiborrarse de hamburguesas, medicar cada síntoma sea o no real para narcotizar el grito de la carne, a conectar en red con la desconexión emocional, a estar periodísticamente al día con la propaganda, a llenarse de tatuajes para dejar en claro que se es fashionistamente rebelde, y a seguir corriendo en la rueda de lo inalcanzable que marca la publicidad…como buenos hámsters.

O podemos comprender que en este momento de la historia humana eso que llamamos “sistema” no es una maqueta importada desde otra galaxia, sino la masa de detritus a la que hemos dado nuestro propio aliento, generación tras generación, “certeza” tras “certeza”.

Con la misma visión tan monoteísta como monocultural que usamos para validar la masacre de los diferentes, la apropiación de los no “alineados” la guerra contra un ecosistema que debe ser doblegado para el uso del “Ser Superior” y la deglución de todo lo que no sea resultado del pensamiento cartesianamente dominante.
Un pensamiento patriarcal, reduccionista depredador, castrado, mecanisista, y egocéntrico que se arroga el derecho de instalar a discreción dogmas sobre el trabajo, el amor, el deber, el derecho, la “medición” del tiempo, el valor, la felicidad, el éxito, el capital, la producción, la lógica, la propiedad, el deseo… y otra pila de cosas que ya ni me acuerdo de tanto adiestrar mi oido sordo.

En suma, “el sistema” no es más que un egregor nacido del odio bidireccional entre lo dominante y lo dominado, y que ha escapado de nuestro control hasta volverse nuestro titiritero y, justamente por eso, convertirse en el escondite ideal donde el individuo masificado elije eximirse de sus responsabilidades, someter su poder, su voluntad y su conciencia, y guarecerse de las inclemencias de la independencia y el libre pensamiento.

Ya hecha esta comprensión, si nos decidimos “por el camino menos transitado” , comprendemos rápidamente que no nos hará adaptados, pertenecientes o populares.
Ni mejores, ni superiores, ni destacados, ni mucho menos famosos…porque elegirlo genuinamente, significa que esas son cosas que ya no tienen valor.

Pero que sí nos desafiará permanentemente a ser auténticos, transparentes, únicos, plenos. A perseverar, a aceptar, y sobre todo:

A SER AMOR…Y A AMAR!!

Amar y amar y amar… Tanto y de tantos modos posibles que sea el sistema mismo el que nos rechace por autopreservación, porque el Amor es su talón de Aquiles, su más aterradora criptonita, su antídoto final.
Entonces nos constituimos como un Ser de valores, de Sentidos y somos adultos libres, soberanos, inevitablemente marginales, y aun así liberado de rencores, de frustraciones y de resentimientos.

Porque nos reconocemos únicos responsables de nuestra realidad que es decir de todo nuestro mundo.

Entonces, justo entonces y sin darnos cuenta, comprobamos que tenemos ideales GENUINOS, y que nuestra historia (y no nuestros “gritos de rebeldía marca Acme” producidos en la linea de montaje de los que tratan de hacerse del poder a costa de la potencia de la mente ingenualmente virginal) los definen como tan irrenunciables, que les hemos dedicado los días de nuestra propia vida; que al fin es lo mismo que decir que estamos dispuestos a morir por ellos.

Y ese día reconocemos que hemos dado la entrada oficial en el mundo de los adultos genuinos, no esos invisibles que se convertirán de verdes a pasados sin haber probado el esplendor de SER, sino los que caminan firmes, conscientes de su poder de Elegir, de Ser, de Crear, en el recorrido que va desde el conocimiento a la sabiduría.

Descubrimos, en suma,
que somos arquitectos, constructores y aurigas.

 SITÉMICASSRI GANGA MATA
Eco-Ingeniería de la Emoción®
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