De vuelta a nuestra actividad cinéfaga tras el asueto vacacional, nos fuimos a nuestra cita anual con el festival de Sitges, este año más comprimido y loco que nunca. Ya que yo no disponía de muchos días de vacaciones y el día del Pilar cuadraba en fin de semana, en tres días tuvimos que aglutinar todas las películas que queríamos ver.
Esto en números se traduce como 20 películas en dos días y medio. Si esto no desemboca en psicosis, estamos de suerte.
El caso es que las neuronas respondieron y conseguimos mantener los ojos abiertos en diecinueve de las veinte, siendo ésta última uno de esos bodrios que pululan por los maratones y que invitan al descanso.
Ahora toca poner pensamientos en orden y recapacitar sobre lo que hemos visto. Así que, sin mayor demora, comencemos por el sábado, nuestro primer día de festi.
YOUNG ONES
Ver a Michael Shannon en pantalla, por lo general, es una garantía. En “Young ones” aparece rodeado de tres jóvenes valores, Nicholas Hoult (“Memorias de un zombie adolescente”, “Jack el cazagigantes”), Elle Fanning (“Super 8”, “Maléfica”) y un sorprendente Kodi Smit-McPhee (“El amanecer del planeta de los simios”, “La carretera”) que lleva un gran peso de la película sobre su limpia mirada.
John Hillcoat, el director de “La carretera”, construye un futuro distópico donde el agua es un bien escaso, las tierras esperan, yermas, a poder volver a reverdecer y unos gobiernos cargados de intereses se ocupan de transportar la fuente de la vida a aquellos lugares que más beneficios les reporta.
En este panorama, un ex-granjero y ex-borrachín, con una enorme carga de conciencia por causa de un error de su pasado, tiene que sobrevivir en una casa rodeada de enormes extensiones de tierra árida con sus dos hijos, un chaval responsable al que le ha tocado madurar antes de tiempo y una hija que arde en deseos de escapar de allí con el buenorro y malote de turno.
El aire a western clásico, con personajes arquetípicos del género, se mezcla con la imaginería steampunk. Robots impensables hoy en día que parecen descatalogados y rifles y sombreros del lejano oeste se entremezclan en una película que avanza a ritmo contenido pero seguro, que nunca aburre y se va precipitando, poco a poco, hacia un final potente y acertado.
MUSARAÑAS
Estando ya en octubre, creo que podemos ir afirmando, sin demasiado miedo a equivocarnos, que “Musarañas” es la película española de terror del año. Aún queda ver el desenlace de la saga “REC” que, al margen de su calidad (esperemos que sobresaliente) y aunque me resulte apetecible y tenga muchas ganas de verla, tras cuatro películas, podemos decir que ya ha perdido la capacidad de sorpresa.
Opera prima del binomio Juanfer Andrés/Esteban Roel y producida por Alex de la Iglesia, este cruce entre “Misery” y “¿Qué fue de Baby Jane?”, ambientada en la postguerra y rodada casi totalmente en un solo escenario, atrapa desde el minuto uno y mantiene pegado a la butaca gracias a un guión muy sólido que se desliza por una espiral de locura hacia un gran final y gracias a la encomiable labor de unos actores enormes.
Por encima de todo, Macarena Gómez, que con esos gigantescos ojos claros y una actuación desquiciada, pone los pelos de punta con cada mirada, con cada susurro, con cada cambio de expresión. Pero también gracias a Luis Tosar, que aunque aparece poco, cada vez que lo hace inunda la pantalla, Nadia de Santiago, por la que reconozco que siento debilidad, por esa presencia tan natural en pantalla que destila desde los tiempos de “Javier ya no vive solo” y Hugo Silva, con un papel complicado al estar postrado la mayor parte del metraje.
La ambientación es impresionante, con ese claustrofóbico piso de los años 40, prisión del personaje principal y testigo de una vida plagada de tensiones y secretos y la dirección es absolutamente impecable.
Esperemos que el estreno tenga el éxito que merece y el público y los exhibidores respondan como deben, evitando el mal de este país de dejar escapar el talento y encumbrar la mediocridad.
UNDER THE SKIN
Y con esta película llegó la polémica. Polémica generada por algunos comentarios imbéciles que habían aparecido por los interneses durante la promoción y polémica mental mía al no entender cómo puede ser que mucha parte de la crítica y del público más indie la ensalce hasta límites insospechados. Muchas veces creo que soy yo, que hay virtudes de algunas pelis que no llego a pillar por desconocimiento, por tontuno o qué sé yo, pero el caso es que, al menos los que asistimos juntos a esta proyección, coincidimos en señalar que era un peñazo.
La película va de una señorita, con la carnal y apetecible forma de Scarlett Johansson, que seduce a hombres para meterlos en un líquido negro y utilizar sus entrañas como carburante… o algo así.
Así que la cosa va de la moza recorriendo las calles de Escocia en una furgo, buscando incautos que la sigan en busca de un revolcón. Imágenes sugerentes, música ratonera (gran banda sonora para algunos), planos alargados hasta el límite del nerviosismo y escasos diálogos convirtieron la experiencia en una pequeña tortura.
Supongo que ahí existirá un subtexto que yo no pillé y las imágenes destilarán poesía a borbotones, pero mi sensibilidad se encontraba arrinconada en un lugar apartado del cerebelo, dormitando y abriendo un ojo de vez en cuando para admirar la escultural anatomía de la actriz neoyorkina.
Porque esa es otra, las voces imbéciles surgidas por las redes la ponían a caldo por tener lorzas o un cuerpo feo o ya no sé qué decían. Por un lado, un comentario tan garrulo como gritar ¡MOZÁ! agarrado a un garrote y por otro que da a entender que estos individuos no han visto una mujer desnuda en su triste vida.
Aún así, una cosa no quita la otra. Scarlett está estupenda y yo me aburrí como una ostra.
POS ESO
Segunda vez que lo veo. Un director sale a presentar su película y la mayoría de su presentación va destinada a decirnos que la ensalcemos si nos gusta y nos callemos si no, que ellos viven de eso y que la votemos super bien, que los premios le vienen fenomenal y, básica y penosamente a llorar un poquito.
La primera vez ocurrió durante la presentación de “Faraday”, un desatino hecho por y para un grupo de colegas twitteros que no tenía ni pizca de gracia. Pues bien, con “Pos eso” la historia se repitió casi punto por punto, como si de una proyección de la marmota se tratase. Si le hiciera caso al director, tendría que parar de hablar aquí, para no decir nada malo pero ya sabéis que soy rebelde porque el mundo me ha hecho así.
“Pos eso” es un gag estirado, un conjunto de chistes castizos y metafílmicos unidos por un argumento cogido con pinzas. Toda la gracia estriba en plagar la historia de referencias a películas míticas del terror y el fantástico y alusiones a la fauna rosa televisiva más vomitiva. Uno tras otro, sin medida, a lo loco. ¿Qué más da el argumento cuando un puñado de frikis listillos te aplauden a rabiar cuando se sienten súper cultos pillando alguna de las referencias cinéfilas? Que si “El exorcista”, que si “La profecía”, que si “Alien”, que si “Posesión infernal”, que si “Ultimatum a La Tierra”, que si “Cruce de caminos”, que si el Aserejé… todo cabe en la macedonia.
Así que uno sonríe los cinco primeros minutos y acaba mirando el reloj y pidiendo la hora cuando se da cuenta de que es más repetitivo que un debate parlamentario.
Una película en stop motion tarda muchísimo en hacerse. Es un curro infinito y tiene un mérito del copón pero, amigo Sam, si quieres que la gente hable bien de ella y ganar premios a cholón, intenta partir de un buen guión.
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Así que hasta aquí dio la mañana del primer día de festival. Aún nos quedaban tres películas por delante y nos hallábamos optimistas y expectantes por la calidad hasta el momento. Un 50% de acierto en un festival con tantas películas es todo un logro, amigos.
En el siguiente capítulo, veremos si se mantuvo la racha.