He aquí otro maravilloso (¡y múltiple!) descubrimiento, otra vez gracias a Popcasting. El último de los programas del nunca suficientemente bien ponderado podcast de Jaime contenía un enlace a esta interesante web que pone a disposición del público (en la forma de streaming, pero durante un tiempo también a través de descarga) un suculento fondo digitalizado de viejas grabaciones de vinilo: una tentación irresisitible para todos aquellos que gustamos de empolvarnos los dedos con la roña habitual en la sección de segunda mano.
Claro, que nadie espere encontrar ahí el álbum blanco de The Beatles: en su mayoría, se trata antiguas grabaciones de aquello que llamaron exótica, inclasificables discos de spoken word (¡Ken Nordine!), y mil y un recopilatorios con las adaptacion de viejos standards al peculiar sonido de los Moogs y otros mastodónticos sintetizadores de nombres delirantes (los responsables suelen firmar con cosas del tipo de **** And His Orchestra; el sonido se sitúa en ese lugar divertido que existe entre el lounge exquisito, y el hilo musical que asciende por las escaleras mecánicas de El Corte Inglés). Y entre tanto fondo escapista para mis grises jornadas laborales, he aquí que al llegar al número 32 de la colección, algo ha hecho click y me ha puesto a investigar como un sabueso.
El primero de los hallazgos, fruto de mis pesquisas, es este corto documental, del que un servidor no había oído hablar hasta ahora. “Skatedater” data de 1965 y por lo que he podido leer, ocupa un lugar muy importante en el corazón de los aficionados al monopatín (El de dos ruedas y un palo, no, lo otro. El de las cuatro ruedas… la patineta, vaya). El caso es que son muchos los que afirman que la película puede ser considerada con justicia la primera película acerca del skate, y aunque ciertamente no me incluyo entre los aficionados a este deporte, sí he de reconocer que el visionado de estos 17:38 minutos es una absoluta de-li-cia. Las imágenes de esos chicos descalzos rodando por las calles de Torrance, Redondo Beach, o Palos Verdes Estates (California) constituyen una experiencia tan pura como estética, y despiertan una nostalgia imposible por una era (la de los Estados Unidos de los primeros 60) que en realidad nunca fue nuestra. Pero no hace falta haber sido un chaval californiano de hace cincuenta años, ni tan siquiera haberse subido a un monopatín, para disfrutar de este corto tan escaso en palabras como rico en emociones: su osadía visual (atención a los encuadres) fue recompensada con una nominación a los Oscars de 1965, e incluso un premio al año siguiente en el festival de Cannes, en la correspondiente categoría de mejor cortometraje. Y lo dejo ahí (con un enlace, claro; me resulta imposible no hacerlo: espero que disfrutéis tanto como yo del visionado).
Si habéis visto el vídeo antes de seguir leyendo esta entrada, entonces ya os imagináis qué es lo que viene a continuación: la banda sonora de “Skater Dater” (fue su inclusión en la web comentada en el primer párrafo lo que me condujo al corto) estaba firmada por Davie Allan & The Arrows, y es una maravillosa colección de pistas en clave de surf instrumental que nada desluciría en los repertorios de los grandes del género (para los despistados: hablo de gente como The Ventures, The Shadows, Dick Dale and The Del-tones, etc).
Aquí convendría hacer un apunte: aunque Davie Allan es ciertamente el ejecutor de estas adictivas piezas, detrás de su composición estaba las manos de Nick Venet y Mike Curb, de quien -confío- hablaremos algún día en un post que aún anda en sus primeros esbozos. Sea como fuere, las virtudes de Allan como guitarrista están fuera de toda duda, y no en vano al tipo se le reconoce -aún hoy en día- como uno de los padres del fuzz (la distorsión del sonido de la guitarra, en plan guarrete), un efecto que en aquella época no era tan habitual como lo es hoy en día.
Para terminar, y aunque creo que lo suyo es que escuchéis toda la banda sonora (si no lo hacéis, os vais a perder gozadas del calibre de “The Fountain“), me vais a permitir que destaque esta canción llamada “SkaterDater II“, una variación del tema principal de la película, conjugado a lo largo de la misma de formas muy distintas para dar acompañamiento a momentos de muy diverso tono. ¿Qué era aquello que dijo Godard de que para hacer una película sólo hacía falta un arma y una mujer? “SkaterDater” demuestra que para hacer un buen corto, sólo hacen falta una chica, y una tabla de skate… Vale, y una buena guitarra, también ayuda…
Publicado en: Canciones EscondidasEtiquetado: 1966, Bandas Sonoras, Davie Allan And The Arrows, Mira, Skaterdater, SurfEnlace permanenteDeja un comentario