Revista Viajes
Llego a una de las joyas por excelencia de este viaje: la iglesia ortodoxa de Sveti Spas (1867), construida en tiempos de los otomanos. Son casi indescriptibles los iconostasios que me esperan en el abrumador interior. Están hechos a mano, utilizando madera de nogal con incrustaciones de oro y plata. Las representaciones bíblicas están pintadas con colores naturales exentos de “aditivos” químicos.
Continúa mi periplo en los antiguos baños turcos y actual Museo de Artes Nacional.
El edificio en sí es muy bonito y la muestra pictórica me resulta de lo más interesante. Buen ejemplo de ello es “La última cena” (1990-91) de Aleksandar Stankovski o “Summer event” (1992) de Rubens Korubin. En una línea mucho más estrambótica “An evidence for the existence, (1975), obra de Vasko Taskovski.
El guiño picasiano lo pone Nikola Martinovski con “Two girls”, (1932). Muy cerca del hotel Ambassador, donde me alojo, hay una fascinante iglesia ortodoxa con maravillosos iconos. Aunque moderna, merece la pena visitarla.