Lugar: La Riviera. Madrid
Fecha: 2 junio 2017
Asistencia: 1.5000 personas
Artistas Invitados: Angelus Apatrida
Ante la duda, Slayer
Sales de trabajar, solo piensas en escapar, en recalar. Quizás en recaer. Y ante la duda, Slayer. Banda tan esencial como clásica y necesaria para cualquier melómano global, metalero en particular.
Y hay cierta sensación de vuelta al hogar, efectivamente, cuando tras todo el día de labor y sin pasar por casa al fin te sientas a las puertas de La Riviera rodeado de u mar de camisetas negras para, por un instante, detenerte a mirar.
Es entonces cuando se comprende fácil que Slayer es algo por encima de todos los aquí congregados. Más allá de etiquetas, de modas, de gilipolleces, todos sabemos a lo que hemos venido y, en camaradería, nos preparamos echando el rato.
Porque esto es un pequeño rincón en el que la gente está por los motivos correctos. Uno de los pocos de la ciudad en los que eso pasa. Sin poses, sin chorradas, nos ha traido el corazón. Y eso late 'pordoquiera' en perpetua forma.
Angelus Apatrida lo revientan cosa gorda, como acostumbran. Y para cuando a las 21.15 clavadas aparecen Slayer, los 1.500 en La Riviera congregados echan el resto y se adentran en una atronadora sesión de thrash metal clásico.
Clásico por defecto y por derecho, como es ya esta banda californiana fundada en 1981 en Huntington Park (California, Estados Unidos) y que aún mantiene a Tom Araya (voz y bajo) y Kerry King (guitarra) como miembros fundadores al frente de la nave.
Junto a ellos, el ya veterano batería Paul Bostaph y el guitarrista Gary Holt, en la formación en sustitución de Jeff Hanneman, fallecido en 2013. Con esta alineación se presentó el cuarteto en la 'sala de las palmeras' con inapelable actitud.
'Repentless' fue el primer cañonazo, cuya onda expansiva aún perdura 20 horas después en mi cabeza. Y en las de todos esos que integramos el mar de cuernos sobre el correspondiente océano de camisetas negras que lo gozó durante la hora y media de recital.
En el trayecto, canciones de todas las épocas del grupo, ejecutadas con precisión, músculo y violencia inmisericorde, con las guitarras de Kerry King surfeando sobre la pétrea base rítmica, capaz de hacer temblar las paredes de La Riviera y los tímpanos de todos y cualquiera.
Canciones como 'Seassons in the abbys', 'Hell awaits' y 'Raining blood' sonaron especialmente duras para jolgorio del respetable, que terminó de explotar en el broche final con 'Angel of death'. Para entonces, las air guitars y las baterías imaginarias ya andaban también fundidas, tal era el ajetreo.
Una velada de notable alto para una banda veterana de las que ni fallan ni sorprenden. Con un público que sabe exactamente eso y por eso se mantiene fiel a las coordenadas que les llevaron hasta La Riviera madrileña. Sin trampa ni cartón, ante la duda, Slayer.