Revista Cultura y Ocio
Después de unos primeros minutos de juego que le hacen parecer del montón, Sleeping Dogs acaba convenciendo y mostrándose sólido en sus principios. A me ha parecido una de las sorpresas del año. Vamos a ver por qué.
Lo más atractivo de este juego enmarcado en el género de los sandbox (tipo Grand Theft Auto para los menos iniciados en el tema) es que todo es inmediato. En su afán por desviarse del mal llamado “realismo” que plaga las temáticas de los juegos más modernos, Sleeping Dogs apuesta por una vertiente más arcade en que los vehículos arrancan en cuestión de milisegundos desafían las leyes de la física, se pueden robar coches en marcha saltando desde uno en marcha (¡!) y no hay barra de cansancio que nos haga tener que esperar a que el personaje se recupere después de una carrera. Llega hasta tal punto esta obsesión por la inmediatez que incluso la búsqueda de objetos ocultos alrededor de la ciudad se facilita mostrando en el mapa su ubicación después de realizar determinadas misiones secundarias de dificultad asequible.
Sin esta soltura al hacer cualquier acción no podrían brillar las tres estrellas de la función: el protagonista Wei Shen, la ciudad de Hong Kong y el combate cuerpo a cuerpo. Wei Shen es un personaje carismático, un cliché sacado del cine asiático de acción de los 70’ y 80’, mezcla de Bruce Lee y Jackie Chan, que funciona a la perfección en una historia llena de tópicos del género con intriga policial y tríadas. Todo ello ambientado en una creíble ciudad de Hong Kong que rebosa vida. Quizás no sea como el Hong Kong real, lo desconozco, pero sí es tal como lo imaginas.
He dejado para el final a la última estrella del espectáculo, el gran protagonista de Sleeping Dogs: el combate cuerpo a cuerpo. El tortazo hecho arte. Un espectáculo de hostias. Puñetazos, patadas voladoras, roturas de huesos, asesinatos brutales usando los objetos del entorno (¡impagable el empalamiento en una cabeza de pez espada!)... El control está “ligeramente inspirado” (ejem) en el de Batman Arkham Asylum y transmite en todo momento una sensación de fluidez que convierten cualquier enfrentamiento en una coreografía de tortas maravillosa.
Sleeping Dogs es un juego divertido y ameno gracias a la variedad de sus mecánicas, pero se echa en falta más profundidad en un sistema de combate que si no es el mejor realizado en la historia poco le falta. A medida que avanza el juego y aprendemos mejores combos los combates se vuelven sencillos y dejan de ser un reto.
Al final queda la impresión de haber jugado a un videojuego más que notable, pero también de estar ante la oportunidad perdida para un juego que podría haber sido una leyenda comparable a los míticos juegos de tortazos de los 16 bits pero se queda en un intento de GTA que queda, eso sí, muy por encima de la media.