Revista Cultura y Ocio

Slow Loris: back to 1995

Por Poplebon

Slow Loris: back to 1995

Wes Doyle edita un trabajo con claros síntomas de sobredosis de talento.

Cuando grababa cassettes a los colegas, me gustaba finalizar la recopilación con temas que sonaban a lo que Slow Loris hace. Aquellas canciones eran como el cigarrillo después del polvo, el momento de relax amén del placer de relajarse tras 90 minutos de ruidismo y caos en lucha por arrebatar la paciencia del oyente.

Wes Doyle ha compuesto en la penumbra de su habitación el disco de los noventa que siempre quiso escuchar. Un fino trabajo cosido con una Fender Jaguar y vestido de texturas brillantes y reverberación, desbordado por riffs perezosos que indican que los Pavement de Slanted and Enchanted aún zumban en el recuerdo.

Routine Glow es el segundo trabajo de Doyle bajo la piel de Slow Loris y es la evidencia de su perfeccionamiento como músico y fabricante de estribillos pegadizos de los que no resulta difícil desprenderse. Puedes decir que se trata de otro imberbe más enganchado al DIY y al rollo surf. Pero en muchas ocasiones es difícil encontrar medio gramo de virtuosismo en toda esta vorágine de one hit man que ronda por los garajes; si acaso un par de temas de coro contagioso y aburrimiento aplastante en el –siempre difícil- segundo álbum. No es el caso éste que nos ocupa.

Muchos temas brillan por sí solos en Routine Glow, pero uno de los que más llaman la atención es Everybody Knows, 1995 strikes back, entretanto riffs soñolientos cubiertos de fuzz como si de una cebolla se tratase. Sonido crudo y esa tensa calma que sólo Pixies sabían alimentar. Y es esa sensación de desazón lo que hace más próximas las canciones que compone Wes Doyle.

Routine Glow es un trabajo que se gana por derecho propio la segunda escucha, y si eres fan de los noventa, no que decir tiene que hacía tiempo que no te llevabas a las orejas un álbum como este. Puedes descargarlo gratuitamente en la Bandcamp de Slow Loris.


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