Revista Religión
Cuando, al amanecer,
entre mágicos fuegos de amapolas deshojadas,
el aire no sea aire,
sino aroma de nardos y rosas,
cuando el sonido enmudezca,
contrariado por campanas con repiques eternos
que suenan a gloria,
cuando los almendros se cubran de flores
con la suave blancura del azahar cuando brota,
cuando los sueños dejen de serlo,
para recibir a la más pura y real de las auroras,
cuando en la tenue noche sin fondo,
entre los susurros azules del viento,
el recuerdo ciña la blancura de tus sienes,
Sabrás,
cual silencioso secreto del alma,
que es el Día sagrado en el que sobran las palabras,
en el cual verás nacer a la aurora,
en los dulces ojos de la Divina Pastora.
Carmen María García Romero