Era sabido entre griegos y troyanos —¡todo está en los libros!— que Troya no podía ser destruida pero conocemos, por Homero, que la astucia se impuso a la fuerza y el ingenio al poder. Si hoy tuviéramos la sagacidad y la disposición suficiente, estaríamos en la construcción de nuestro propio troyano para evitar que entre enemigos, especuladores e involucionistas terminen por derrotarnos definitivamente.
Hartos de última deriva de Zapatero —la comprendida entre mayo de 2010 y la reforma constitucional del verano de 2011—, no quisimos escuchar la insistencia de quienes advirtieron del programa oculto de Rajoy. A estas alturas, ya sabemos que no es cierto eso de que una mancha de mora se quita con otra. El Gobierno actual se sustenta sobre una gran mentira. Nos dijeron que no lo harían, pero lo están haciendo: deterioran la sanidad y la educación pública, dinamitan las políticas sociales y preparan, con el pretexto del independentismo, el sepelio de las comunidades autónomas para sustituirlas por un centralismo regionalista de viejo cuño. Mientras, la derecha más derecha del PP apuesta por la voladura controlada de los políticos y abona el terreno para la posible llegada de cualquier iluminado.
¡Sobran políticos! Cospedal, avalada por el Tribunal Constitucional, regresa al pasado, a los tiempos cuando sólo los ricos podían ser elegidos. ¡Sobran políticos! Con cierta alegría se da por buena una cifra cualquiera. La estrategia es conocida. Alguien lanza una cifra muy intencionada, se propaga por la red y, cuando un escritor y académico tan popular como Pérez Reverte avala el bulo, la bola se hace imparable. ¿445.568 políticos?
Suponemos, sin necesidad de manejar cifras, que el sistema de representación es más costoso que el dictatorial y el centralista más barato que el autonómico o el federal. En todo caso, resulta preocupante que en su deriva populista, el partido conservador señale a los concejales. ¡Sobran concejales!, vociferan. Así, preparado el terreno, el Gobierno aborda la reforma de la administración local y anuncia a bombo y platillo que el 82% de los concejales no cobrará, como si cobrara el 100%. Tanta demagogia provoca náuseas. Hay que recelar de una iniciativa diseñada al amparo de esa simpleza que afirma que todos los políticos son iguales. Realmente, ¿nos hemos parado a pensar en un país sin representantes políticos?, ¿en un país con políticos dedicados a la administración pública en sus ratos libres?, ¿en un país dirigido por acaudalados ociosos al servicio de sus propios intereses? ¿Ya hemos olvidado al dictador golpista que aconsejaba: “Hagan como yo, no se metan en política“? Es cierto que los políticos no lo ponen fácil, que lejos de provocar empatía incitan al rechazo. Pero, ¿renunciamos a nuestro derecho a decidir, a elegir o simplemente a influir? Si asqueados de tanta porquería abandonamos, dejamos la política en manos de esos asquerosos que tanto detestamos.
Hartos de políticos corruptos y derrochadores podemos tener la tentación de sumarnos a ese coro bufo que grita eso de que todos son iguales y que sobran políticos. Seamos prudentes: el lenguaje político, que no es sólo el que usan los políticos, al construirse con sobredosis de eufemismos, metáforas, silencios, ironías, medias verdades y falsedades completas, es una jerga perversa y falaz construida desde la manipulación y para la demagogia. ¡Tengamos cuidado!, puede ser que entre todos estemos construyendo un caballo de Troya que esconda en su interior efectos contrarios a los deseados.
¿Sobran políticos? Desde luego sobran los corruptos, los inútiles y los que hacen lo contrario de lo prometido.
Es lunes, escucho a Roy Assaf Trio
Este es el primer post que, con el título de “Caballo de Troya” y algún retoque, fue publicado en Demasiadas palabras hace un año.