Fue gracias a Irene Lozano que este hermoso volúmen cayó entre mis manos, en una edición todavía más antigua que la que podéis ver en la foto.
Conocía a Julio Camba, su labor como periodista y algunos retazos de su biografía, pero me había limitado a leer sólo algunos textos que en su día me ayudaron a conocer mejor la labor del articulista. Ahora, después de pasar un fin de semana entretenida con su ironía, sus giros y su ingenio, me reafirmo más en mi idea de que Camba debería ser un modelo para todos aquellos que les interese el mundo de la opinión en los medios.
Una no puede dejar de preguntarse cuánto hubieran ganado en mala leche sus columnas si no hubieran existido los censores, y cuántas vueltas tuvo que dar a sus pequeños textos para dejar reflejado su punto de vista sin que nadie metiera tijeretazo. Y lo consigue, es cierto.
Así que recomiendo este libro a todo aquel periodista o amante del periodismo que inevitablemente busca cada día las columnas de su periódico favorito. Aunque eso sí, mucha suerte a la hora de encontrar un ejemplar.