Por lo regular soy un tipo de gustos muy sencillos y muy baratos. No me engancho en publicidad y tengo esta capacidad para poder ver a través del campo de distorsión de la realidad generado por la mercadotecnia. No compro nada que no necesito realmente.
Sin embargo hay cosas que me cuestan mucho trabajo resistir. Una de ellas son los juegos para PC. Sí, si me has leído de tiempo atrás, sabrás que soy gamer de corazón desde que en 1975 mi padre me compró mi primera máquina de Pong.
Con la llegada de la web, los juegos de PC comenzaron a mucho más populares que antes gracias a tiendas en línea como Steam.
Y esta tienda tiene baratas y rebajas de juegos en cada temporada especial. No es raro verme pasando horas mirando las ofertas y soñando con lo que me compraré para jugarlo después que tenga tiempo (es decir, nunca).
Muchas veces en el pasado sucumbí ante el embrujo de Steam, pero esta vez no me lo permití.
Elegí tres juegos del catálogo que tenían muy buen precio y antes de dar clic en el botón de pago, me detuve y me cuestioné.
¿En verdad necesito comprar estos juegos? ¿Tengo el tiempo libre requerido para invertir horas en ellos? ¿No sería mejor jugar todo lo que tengo en la lista de espera? Es obvio que tengo un poco de dinero extra, ¿no sería mejor usar ese dinero para donar a caridad?
Y entonces cancelé la transacción y no compré nada.
Claro que con este relato no diré que soy el monumento al autocontrol. Estoy muy, muy lejos de serlo. Así como los juegos me son difíciles de resistir, también lo son los libros y la música.
Pero aquí es donde entra el Buda, quien en el Dammapada nos explica que:
El irrigador conduce las aguas. El flechero fabrica flechas. Los carpinteros doblan la madera. Y los virtuosos se controlan a sí mismos.
Creo que una de las herramientas de crecimiento más grandes que pueden haber, es el autocontrol.
Ser lo suficientemente sabios para saber cuándo parar es muy difícil y hay que aprender a detectar nuestras reacciones corporales para poder decir no a tiempo.
No voy a caer en mensajes de moral falsa. Es muy agradable cometer excesos de todo. Pero los excesos se convierten en adicción y estos hacen que el ego crezca. Esto nos impide ver la realidad de las cosas y simplemente seguimos haciendo una y otra vez lo que deseamos.
Ya sea deseo material, afectivo, de poder o sexual, la razón debe estar por encima. Siempre.
Gracias a la meditación y al estudio del dharma, podemos obtener bases sólidas en las cuales apoyar la razón para tomar mejores decisiones.
¡Así que a meditar!