Hace algo más de un año, tras la muerte de Ángel González, escribí un entrada en este blog en la que expresaba mi radical desacuerdo con la imagen que no pocos columnistas y escritores, amigos y compañeros de muchas noches del gran autor de Áspero mundo estaban trasladando a los nuevos lectores y, en general, a aquellos amantes de la poesía interesados en conocer en profundidad a uno de los poetas clave de la generación del medio siglo: amigo de las farras nocturnas, cantor de boleros entre los vapores del vino, protagonista de borracheras memorables... y un largo etcétera de "cualidades" parecidas. Pocos aludían a su condición de poeta urbano comprometido con la lucha democrática, a su calidad de profesor en la Universidad de Nuevo México y a sus virtudes como enseñante, a su imprescindible lectura de Antonio Machado, a sus artículos teóricos, al modo en que alimentó, en los años 60 y 70 la pasión por una poesía crítica en las nuevas generaciones de la época. El lector imagianba, de la mano de los columnistas exégetas y amigos, a un Ángel González juerguista y bebedor en las noches madrileñas y no al poeta complejo y exigente, al intelectual comprometido, al innovador radical, desde una opción conversacional, directa y emocionada, de la poesía de nuestra posguerra.
Pues bien, cuanto he leído y escuchado sobre El cónsul de Sodoma me lleva a pensar que en el film se convierten la homosexualidad y el homoerotismo de Jaime Gil en el elemento esencial, casi único, de una vida que fue infinitamente más compleja y rica del mismo modo que Ángel González, tras su muerte, fue descrito en decenas de escritos (incluso preparados para homenajearlo) en el amigo de las noches alcohólicas y de la juerga. Y claro que lo fue (no es delito y es hasta saludable), pero fue infinitamente más.
Os dejo con el poema "Contra Jaime Gil de Biedma". Con sólo pinchar, veréis el video y escucharéis la voz del poeta. Que os vaya bien.
