Revista Política
Hemos alcanzado, en Occidente, unas cotas de progreso social, unas libertades, reconocemos derechos a las minorías étnicas, a las mujeres, reconocemos que un ciudadano puede vivir y expresarse libremente aunque no comparta nuestra ideología, nuestra cosmovisión. Contra este estado de cosas se alza el islamismo yihadista, que no sólo plantea una sociedad opuesta a la occidental, sino que plantea que esa sociedad, la construida en torno al islam más rigorista, es la única posible. El islamismo yihadista no sólo proclama su derecho a existir, sino que aspira, claramente, a la destrucción de Occidente como forma de vida, de nuestra civilización. Debemos, nos dicen, vivir como ellos, o morir. Ante esta dicotomía queda una tercera alternativa: la guerra, el conflicto. Yo siempre dije que la guerra, a veces, es necesaria. Fue necesario destruir a Hitler y es necesario destruir este tipo de islamismo intolerante, si queremos seguir viviendo a nuestra manera. La guerra debe ser total, hay que combatirles con armas y con palabras, y también económicamente, destruyendo sus fuentes de financiación. Deberían ser denunciados aquellos occidentales que se alíen o colaboren con el enemigo. Debemos aliarnos con el Islam moderado, tolerante, que existe, y fortalecerle. La guerra, repito, se debe librar en todos los frentes posibles. En los centros de educación, en las redes sociales de internet, en todas partes.
Recomiendo la lectura del siguiente artículo del maestro Arturo Pérez-Reverte, que dijo lo mismo que yo pero, por supuesto, mucho mejor: ES LA GUERRA SANTA, IDIOTAS