Gonzalo Ortigosa en “Opinión y Toros”:
“Jiménez Fortes, el espigado improvisador que desconoce a Velázquez y que acabaría la tarde más grogi que uno se sus borrachos comenzaba la lidia de su primero tan perdido como Borges cuando se quería perder en el Laberinto, perdiendo los papeles y la muleta. Incapaz de empalagarse con los dulces de Domecq. Divagando entre improvisaciones e imaginaciones sobre el cómo torcer su destino. Sonaba el eco de un yunque cuando a Jiménez Fortes se le ocurrió probar a qué sabe la muerte. Tras el neófito arrimón el olor de la sangre subía por su muslo izquierdo. Mientras se deleitaba con el hedor de su denso líquido la estocada caía contraria y haciendo guardia. La historia continuaba, una cornada de diez centímetros curada y no operada no le iba a impedir a Jiménez Fortes cesar en su cruzada sangrienta. Antes la actuación de Ponce ante un toro que se frenaba y que murió de una estocada caída y la labor de Luque al gordo "Abad" que hacía de sobrero y que nunca quiso humillar a pesar de tener por un instante a un torero caído a sus pies; faena de media altura cuyo desenlace fue de estocada caída y fulminante. El río de sangre había amainado gracias a la precisa intervención del cuerpo médico. Pero Jiménez Fortes quería ver más de cerca el Arte de Velázquez y ya había elegido otro cuadro que admirar: "Marte", el Dios como triunfador a emular. "Demagogo" era bronco, de lija, astifino y por consiguiente perfecto para el sacrificio. La lidia carecía de sentido hasta que llegó el percance. Ascensión en vertical y caída de drogadicto. El cuerpo tirado en el ruedo gris y un enjambre de capotes rosas y amarillos y azules envolviendo a toro y a torero. Una escena radiante y preciosa, llena de vida. En ese preciso instante se incubaba un nuevo ser: Jiménez Fortes renacía en el mismo lugar en el que un día Sergio Aguilar fue acuchillado en la cabeza. El renacimiento forma parte de la vida de un torero, se renace más firme, no más torero sino más hombre, más consciente ante la vida, más despierto. Y con mono. Con ganas de seguir en la brecha como lo hubiese hecho el Dios de Velázquez, "Marte". Volvió a la cara del toro, a darle unos pases de costadillo ¡qué coño!. Y con la cara impregnada en sangre mató de estocada atravesada. Óle Torero, nunca nos olvidaremos de la inmensidad de tu tarde ni de tu vergel inmaculado lleno de sueños y aspiraciones.”
Andrés Verdeguer en “Cornadas para todos”:
“Como si el juampedro fuera el mejor del mundo y el sitio donde se pone uno fuera lo de menos. El sitio de Fortes, el cómo se los pasa: "Mira qué valiente está", dice el padre; "¿Quién está valiente, aita? ¿El toro?"; "¿Tú harías eso? El valiente es el torero..."
¿El torero? Era Saúl Jiménez Fortes en pleno apretón se convertía en el referente del chaval, la voltereta y aquellos segundos de tensión, la voluntad por volver a la cara del toro ya medio noqueado fueron el gesto que dio sentido y argumento a una tarde: todo el valor de Fortes frente a la nada de Domecq. De impacto la actitud, el trompazo y la determinación de Saúl de ir al toro herido o no. Un gesto de torería mamada. De resultados: O por la puerta grande o por la de enfermería, y por ahí fue.
El crío sentía el gesto, encontraba un ídolo y soñaba: "aita, yo quiero ser como ese chico"... Un tal Jiménez Fortes.”
