Iván Fandiño hizo ayer el esfuerzo, estuvo firme y decidido. Ya en un quite por gaoneras, más arriesgadas que lucidas, dejo claro que venía a por todas. Todo lo intenta hacer de forma ortodoxa y, si bien su toreo no se caracteriza por la estética, está cargado de ética, de exposición, de verdad. Al zambombo sexto le recetó algunos buenos derechazos. Por el pitón izquierdo no tenía un pase, pero insistió y no se tapó. Mató de una estocada de buena ejecución pero de colocación defectuosa, que hizo rodar al burel con prontitud. Oreja que no vamos a discutir. El Cid, que lamentablemente se ha transformado en un torero vulgar, se las vio ante un mal lote, aunque con el cuarto antaño hubiera sido capaz de aprovecharlo.¿Donde quedó esa mano izquierda? César Jiménez volvió a demostrar que es un torero de espejo, de altivez injustificada, soso y ventajista. El encierro del Montecillo otra mansada monumental. La casta ha desaparecido de la dehesa, y sin casta, sin acometividad y sin emoción, a esta Fiesta le quedan los días contados. Foto: Juan Pelegrín/Las Ventas
Antonio Lorca en su cónica de El País:
“Muy meritoria fue la labor de Iván Fandiño ante el sexto de la tarde. Pero la firmeza, la gallardía, la raza y el hambre de este torero no eximen del tremendo sopor vivido durante toda la tarde.
¡Qué dura la vida del aficionado…! Pagar un buen dinero en los tiempos que corren, sentarte dos horas en una piedra tan dura como lo que es, y aguantar un toro tras otro, grandones, de largos y astifinos pitones, pero llenos de mentiras porque eran borricos sin alma, sin sangre brava, cobardes, acorralados en la puerta de toriles… Y el aficionado, cansado del dolor que produce la espera que más sabe a desesperación que a esperanza, aburrido por tan infumable espectáculo, y pidiendo a gritos en su interior que, por favor, pase cuanto antes este cáliz de sufrimiento.
¡Pues no vaya usted…! Qué fácil es la palabra cuando se carece de sensibilidad. Como si el aficionado, ese que está atrapado por este vicio, por esta pasión, que se ilusiona con el destello del vuelo de un capote, pudiera dejar de ir. Esa es la suerte de los taurinos: que la afición a los toros es una enfermedad que obnubila, que ciega, que hace soñar despierto y aun en las tardes aciagas como la de ayer permite aguantar el dolor del pedregal hasta el final por si, por un milagro, surge la luz que espante la oscuridad de la tristeza.”
Andrés Verdeguer en Cornadas para todos:
“La casta continua ausente. Este San Isidro volvió a sufrir otro desastre ganadero. El descastamiento volvió convirtió una tarde en un auténtico sopor. Y la que excusa de, visto lo visto, lo excepcional: ese cinqueño con voluntad de embestir y ese pellizco de casta al que se agarró con toda su disposición Iván Fandiño para arrancar esa generosa oreja; no vale.
Como tampoco valdrá que hoy salga la de Victoriano del Río permitiendo hacer florituras a Castella, Manzanares o Talavante y los del clavel y todos nos volvamos locos. Y no valdrá porque por jugar con el tesoro de la casta brava a hacer equilibrismos en esa miserable delgada línea en la que la nobleza se vacía de casta y se asoma al abismo de la nada y el toro hueco donde llevamos hundidos una semana entera de toros, debería estar penado como delito de lesa tauromaquia a todos aquellos que lo permiten.”