Revista Deportes

Sobre la Goyesca de Ronda

Por Malagatoro

A hombros goyesca

Los tres toreros por la puerta grande. Foto de Antonio Pastor


“Pero, vamos a ver. ¿Qué pinta aquí un crítico taurino? ¿Esto es una corrida de toros o un desfile de moda?

Aquí destacan dos protagonistas: Cayetana y Cayetano; y un motivo de atención: el traje. ¿Y los toros? ¿A quién le preocupan los toros?

Quizá, la clave resida en que, desaparecido su fundador, Antonio Ordóñez, este festejo haya perdido consistencia taurina y ganado imagen y prestigio como cita anual imprescindible para gente bien y el famoseo reinante, a lo que contribuyen los afamados hermanos Rivera Ordóñez, quienes con exquisito respeto a la memoria de su abuelo, mantienen la tradición. Por eso, los toros son lo de menos. A fin de cuentas, Ronda merece una visita y a ella se va a disfrutar del entorno, del menú rondeño, de un buen vino de la zona, y, de paso, de la corrida, a la que la gente guapa y de categoría asiste de convite, sin pasar por taquilla, como debe ser.

Aunque no lo parezca, hubo toros. No parecían imprescindibles, pero los hubo. Bueno, bueno, la afirmación precisa ser matizada. Ronda es plaza de tercera, pero su prestigio es de categoría reconocida en todo el orbe taurino. Quizá por eso, exige que se lidien algo más que gatitos bondadosos y ayunos de fuerza. Porque sin toros no hay espectáculo; y no lo hay a pesar de este público tan benevolente y festivo que no distingue un pitón de una naranja. Pero como ha pagado -el que lo hiciera- entre 70 y 150 euros para presumir hoy de que ha presenciado tan importante acontecimiento, se empeña en justificar el gasto con raquíticas y vergonzosas orejas que le devuelvan el aliento perdido en los bolsillos. Pero, se insiste, la historia de Ronda merece otro toro. Y todo ello a pesar del cuarto, de nombre Pegajoso, al que se le dio la vuelta al ruedo por su codicia, largura y fijeza en la muleta de El Juli. Un animal que manifestó síntomas de invalidez en el capote, lo picaron con un alfiler y se dolió reiteradamente en banderillas. Pero sirvió en la muleta y ello se premió exageradamente. Los demás, animales sosísimos, bonancibles hasta la desesperación, de los que producen lástima verdadera.”

Antonio Lorca en El País


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