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Sobre la guerra y la juventud perdida (Reseña de 'Sin novedad en el frente' de Erich María Remarque)

Publicado el 02 abril 2013 por Jdmora

Sobre la guerra y la juventud perdida (Reseña de 'Sin novedad en el frente' de Erich María Remarque)

Andrés Pérez Mohorte (@mohorte)

Andrés Pérez Mohorte se une al equipo de Atendiendo a Razones para desde su visión de la vida acercar todo tipo de obras y autores al lector. Periodista y apasionado de la historia no dejará a nadie indiferente. En su web y twitter también encontrarás música, cine y crítica, mucha crítica


Erich María Remarque escribió en 1929 todas las páginas de su destrucción espiritual. La suya y la de millones de soldados que perecieron o lucharon en el frente durante la terrible Gran Guerra, la última guerra clásica o la primera guerra industrial, en función de cómo interprete cada uno la vida y la Historia. ‘Sin novedad en el frente’ es el testimonio de toda una generación: la bandera antibelicista que Remarque no quería escribir, porque de su puño, de su corazón, tan sólo salía la virulencia y el horror que había acumulado durante tanto tiempo en las trincheras. De por qué la guerra es una experiencia terrible, y de por qué la Primera Guerra Mundial habría de cambiar el sino de los tiempos, versa este corto pero desgarrador libro. 
Si hay algo sobre lo que hable una y otra vez ‘Sin novedad en el frente’ es sobre la juventud. Remarque focalizó el drama de la guerra en torno a la pérdida, y más concretamente en torno a la pérdida de la juventud. Aquellos millones de jóvenes soldados que partieron sonrientes de las estaciones de París y Berlín agotarían los mejores años de su vida entre barro y proyectiles, y de su expectación por lo que les habría de deparar la vida no quedaría ya nada. Este hecho marca profundamente las reflexiones del protagonista del libro, que no es Remarque pero que bien podría serlo. El frente supone el antes y el después: la transición no hacia la vida adulta, sino hacia la existencia más inane. ¿Quién podría volver a disfrutar de los placeres más banales de la vida cotidiana cuando ha sufrido el gas venenoso, cuando ha visto la metralla desgarrar los cuerpos de sus compañeros? La guerra moldea el alma sin solución de continuidad. 

Sobre la guerra y la juventud perdida (Reseña de 'Sin novedad en el frente' de Erich María Remarque)

'Sin novedad en el frente'
Autor: Erich Maria Remarque
Editorial: Edhasa

No es una cuestión menor. Gran parte de la ideología fascista, tanto en Italia como en Alemania, se basó en el mito de la juventud y de la virilidad. Aquellos movimientos de ínfulas revolucionarias y extremadamente violentos nacerían de las cenizas de la Primera Guerra Mundial, el conflicto que dividió el mundo viejo y el antiguo y que, en el camino, interrumpió el crecimiento de toda una generación. Esos millones de chavales que pegaban tiros en el frente no podían esperar nada ya del futuro ni podían evocar recuerdos del pasado: la guerra les había vaciado por dentro; muertos o vivos, el combate había acabado con ellos. Esta desesperanza vital aparece repetidamente en las páginas de ‘Sin novedad en el frente’, y empuja al soldado a vivir por y para el frente. Al margen de su compañía y de su fusil no hay nada por lo que merezca la pena existir. 
En estas circunstancias, no resulta extraño que los excombatientes que engrosaron las filas de los arditi o de los freikorps hubieran desarrollado un extraordinario sentimiento de camaradería. Aquellos sus compañeros eran todo lo que cualquiera de los miles de jóvenes que acudieron al combate podía esperar de la vida. Esta sensación de desamparo, de abandono de la sociedad, se explica por la propia naturaleza de la Gran Guerra: exaltados por la retórica nacionalista, como da cuenta en sus páginas Remarque, los chavales que se alistaron de manera voluntaria para luchar contra el enemigo lo hicieron azuzados por las figuras de autoridad social: los padres, los profesores, los mayores, todos ellos creían en aquella guerra justa y patriótica. Haced la guerra y volved como héroes. Esta es una batalla que debéis luchar, que será rápida y que, por supuesto, será victoriosa. 
El silencio es la causa de que las imágenes del pasado despierten en nosotros más tristeza que deseo: una inmensa y desesperanzada melancolía. Esas cosas han sido, pero no volverán. Han pasado, pertenecen a un mundo que ha terminado para nosotros. En el patio del cuartel despertaban en nosotros un furioso anhelo y una incontenible rebeldía, nos sentíamos atados todavía a ellos, les pertenecíamos y ellos nos pertenecían aunque estuviéramos separados (…) Pero aquí, en las trincheras, lo hemos perdido todo. Ya no se eleva en nosotros ningún recuerdo; estamos muertos, y el recuerdo planea a lo lejos, en el horizonte. Es una especie de aparición, un enigmático reflejo que despierta, al que tememos y al que amamos sin esperanza. Es intenso, y nuestro deseo es intenso; pero es inaccesible, y lo sabemos. Es tan vano como la esperanza de llegar a general. (…) Quizá eso era tan sólo el privilegio de nuestra juventud; no veíamos todavía ningún límite ni admitíamos término a alguna cosa; sentíamos el impulso de la sangre, que nos identificaba con el correr de nuestros días. Hoy pasaríamos por el paisaje de nuestra juventud como viajeros. Los hechos nos han consumido (…) Estamos abandonados, como niños y somos experimentados como ancianos. Somos grotescos, tristes, superficiales… Creo que estamos perdidos. 

Los acontecimientos se desarrollaron de un modo muy diferente. La guerra se alargó durante cuatro largos años y fue destructiva como nunca antes lo había sido. Sencillamente era una guerra equivocada, instigada en base a las creencias y a los prejuicios equivocados. Remarque muestra con brutal sencillez cómo los jóvenes soldados del frente perdieron la confianza en todo el orden que les había enviado a aquel infierno: no había autoridad que respetar en el Estado, cuyos cimientos se hundieron hasta desaparecer en la Alemania imperial, pero tampoco había motivos para creer en los profesores o en los mayores. La Primera Guerra Mundial abrió una brecha generacional, derrumbó el orden social existente y dio paso a un mundo inestable e inseguro. ‘Sin novedad en el frente’ sólo muestra una pequeña parte de cómo los tradicionales mecanismos de coerción social, al menos en el plano de la legitimidad moral, se derrumbaron. Pero es una parte muy importante. 
Años más tarde la sociedad europea se asomaría al precipicio y caería presa de la más devastadora violencia que el mundo jamás ha conocido. La génesis se encuentra aquí. La caída de los imperios continentales tras la Gran Guerra y la crisis de las democracias subyace en la naturaleza traumática del conflicto. Por supuesto, la obra de Remarque no se adentra tan profundamente en la psicología continental, sino que se limita a plasmar con brillantez y una melancolía desgarradora el día a día de los soldados alemanes. Desde el descanso en los barracones hasta la deshumanización terrorífica de la muerte y la violencia en las trincheras. ‘Sin novedad en el frente’ es también el relato de cómo el ser humano es capaz de convivir con la violencia a costa de la podredumbre espiritual de quienes la ejercen y de cómo el único modo de no reventar, como su protagonista y narrador explica en varias ocasiones, es banalizar hasta límites irrelevantes su propia existencia.  . De todas estas cosas habla, con una prosa triste pero bella, ‘Sin novedad en el frente’. Resulta lógico que el paso del tiempo haya situado esta obra como un clásico de la literatura antibelicista, pero no cuesta creer a Remarque cuando afirma que no era su intención redactar un alegato antibélico. Las ideas y los recuerdos del autor surgen de lo más profundo de su agotada y traumatizada memoria. Las sensaciones, el dolor, el vacío existencial al que fueron sometidos millones de jóvenes es tangible y honesto en las páginas de ‘Sin novedad en el frente’. Es precisamente por ello por lo que su libro puede ser agitado con ferocidad en discursos antibélicos. Porque muestra el crudo horror de la guerra: el que las cámaras no alcanzan a retratar. El que consume internamente al individuo y a la sociedad.

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