Revista Cultura y Ocio
Sobre la guerra y otras palabras de origen godo
Publicado el 17 enero 2019 por María Bravo Sancha @LabocadellibroSi hay algo que caracteriza a esta humanidad, son las guerras continuadas que se han dado año tras años desde que el hombre es hombre. Es por ello lógico pensar que sea una de las palabras más antiguas que aparecen en nuestro diccionario. De hecho, ya se pudo leer la palabra guerra en uno de los testimonios literarios más antiguos en nuestra lengua, como es el Cantar de mío Cid, poema épico y bélico por excelencia de la Castilla medieval.
La palabra guerra nos la trajeron los bárbaros del norte de Europa, y viene del antiguo germánico werra, que significaba 'pelea, disputa', y de ahí pasó al latín vulgar, donde adoptó en toda su geografía. Si os habéis percatado, hay una ligera diferencia semántica entre «disputa» (significado original) y «guerra» (significado final). Rencillas aparte, en español, nosotros la recogemos como un germanismo que vino acompañada de otros tantos préstamos del sector militar, tales como: yelmo, dardo, espuela, guarecerse; relativos al vestuario como falda o cofia; y a la diplomacia como heraldo, alianza o embajada.
Para hacer una breve reconstrucción histórica, el español podría haber atesorado muchos más préstamos del antiguo germano, por la presencia de los visigodos en la península ibérica. Sin embargo, no hubo tanta influencia sobre los romances hispánicos, y el latín pronto sustituyó a su lengua de origen, que ya se encontraba debilitada en el siglo VII. Por lo que en ningún momento hubo periodo de bilingüismo. De hecho, hay un testimonio que lo corrobora, y estas son las pizarras visigodas, textos visigóticos escritos en pizarra con información cultural, social y económica de la época. Tales como documentos que se escribieron en latín entre los siglos VI y VII. En fin, los visigodos no pudieron resistirse al cambio.
Pese a todo, el español conserva un centenar de voces del antiguo germano, sin que se sepa con seguridad si llegaron ya incorporadas del latín. Los más curiosos son los nombres propios: Álvaro, Rodrigo, Gonzalo, Alfonso, Adolfo, Elvira, Gertrudis, así como el sufijo -ez o -iz de nuestros apellidos hispánicos (Fernández, Rodríguez, Álvarez), cuyo origen es prerromano. Pero también conservamos otras palabras como: brote, casta, parra, esquila, ropa, rapar o ganso.
Por último, no podíamos olvidarnos de la palabra godo, que ha quedado en nuestro vocabulario, con el significado de 'orgulloso, altanero', que ya se decía en el siglo XVII. ¿Sabéis que los canarios llaman godos a los de la península, o que los independentistas de las repúblicas americanas se lo decían a los leales de la corona española, o los bolivianos y chilenos a los españoles? En verdad, creo que todos tenemos un pizca de godo. Todo sea por conservar esa raíz germana que nos dejaron nuestros queridos prerrománicos.
-Fuente: La maravillosa historia del español de Francisco Moreno Cabrera (Instituto Cervantes, Espasa, 2015).