Sobre la imagen deGoya ha habido usos y abusos a lo largo de estos dos siglos, fomentados por laingente producción del pintor, tan dilatada en el tiempo. Será esta imagenmeramente costumbrista y, en el peor de sus sentidos, goyesca, la que seintentará desmentir aquí, haciendo hincapié en las variadasfacetas y en la alta formación, tanto pictórica como intelectual, del pintoraragonés.
Autorretrato à la mode.
El maniqueísmo en laconstrucción de la biografía crítica del pintor comenzó ya durante su vida (conlos escritos de su amigo Ceán Bermúdez), y se impuso especialmente desde elRomanticismo hasta bien entrado el siglo XX: mientras que algunos autoresfranceses (especialmente Baudelaire y Gautier, seguidos más tarde por Materon)se prodigaron en proclamarle un héroe romántico, genio rebelde y torturado,desencantado con su tiempo, y profundamente crítico, muchos autores españoles seafanaron en proclamarlo héroe nacional,muestra del genio del pueblo español, banalizándose con el término “Goyesco” ladescripción de un país arcaizante del cual Goya fue considerado laquintaesencia (castizo, torero y pendenciero, como un personaje de novela decapa y espada*).¿Acaso hay algo más español? Si acaso la Carmen de Merimée...
Por supuesto, estas dos facetas eran tan falaces como incompatibles,dificultándose su integración y verificación con una ausencia importante: la desu faceta de ilustrado (ya que hasta los años 60 del siglo XX no comenzó ahablarse de Ilustración española, considerándose hasta entonces como un siglofuertemente antieuropeo), que además explica muchos de los contradictoriostópicos anteriores, como la tendencia al “plebeyismo” (de moda en laprincipales cortes europeas), la exaltación del Yo (típica del sensualismo) oel retrato de las costumbres patrias (unproceso análogo se dio en gran parte de Europa, de Rusia a Francia, dentro dela construcción de unas nuevas y reforzadas identidades nacionales**).La maja vestida, excelso icono del plebeyismo español.
Algunos autores, comoel Conde de la Viñaza, intentaron adoptar un tono conciliador; destacó entonces la labor de los investigadores franceses, que aunque hacían unpersonaje fantasioso de Goya, al mismo tiempo redactaban catálogo y contribuían asu estudio; sin embargo, el Conde mantendrá también una actitud nacionalista, dentro dela reapropiación de la figura de Goya***, ydestacará su realismo y naturalismo como algo intrínsecamente español****.Goya pionero, Goya precursor, Goya expresionista.
Para 1900, la dobleimagen de Goya (una especie de héroe romántico para los españoles, un revolucionariopara los franceses) continuaba: fue precisamente en ese año cuando se consigueque su cuerpo sea repatriado (se le quiso enterrar en la Basílica de El Pilar, absolviéndoleasí de la nota de afrancesado), y cuando se le concede una sala propiaen el Museo del Prado (continuando con una política de exaltación de lasgrandes personalidades españolas, especialmente útil en un momento de tan bajoánimo social como fue la crisis del 98). Goya se configuró, así, como genio yfigura de la españolidad, pero gracias a estudios de aquellos momentos, seapreció que su influjo no era únicamente nacional, sino de una rabiosamodernidad, ya que modificaba toda la Historia del Arte; sin embargo, lacapacidad fatalista y profética que se atribuyó a gran parte de su obra, hacenecesariamente que haya olvidar mucha otra.Goya denuncia, Goya nos enseña el mal y cómo no deberíamos dejar que esto se repitiera. Goya rebelde, Goya profeta.
Sin embargo, algunosimportantes textos del siglo XX volvieron atrás en cuanto a la imagen castizade Goya. Por ejemplo, Ortega y Gasset, ya en la década de 1950, consideró aGoya un mero artesano, del que critica sus métodos y atribuye sus méritosúnicamente a Mengs y Bayeu; también Eugenio D’Ors habla de los estereotiposcastizos y goyescos. El escrito señero llegó con Enrique Lafuente Ferrari y “La situacióny la estela del arte de Goya” (1946), donde criticaba todas estasinvenciones biográficas y estudiaba por fin, la obra del artista enmarcada ensu tiempo. Se tratará este de un escrito seminal, e increíble y aisladasingularidad: retomará cuestiones anticipadas en 1928 con el aniversario de lamuerte de Goya, pues las conmemoraciones del bicentenario del nacimiento deGoya, de aquel mismo año 1946, tuvieron un tono netamente franquista. Desde los años 60 hasta la actualidad, los mayores esfuerzos van dirigidos al estudio de su periodo italiano (del Goya barroco y triunfal, por tanto) y a su caracter y educación como Ilustrado.El Goya italiano, pomposo, colorido y mitológico.
Por último, creo necesario recordar que otro de los grandestópicos establecidos por la mitificación del genio y el carácter de Goya esaquel que lo considera como el pintor más importante de su época (aunqueciertamente haya sido el más trascendente) en España, y especialmente, enAragón, donde es tratado casi como si hubiera sido el único; esta tendencia hallevado a la realización de atribuciones arbitrarias y, por tanto,erróneas. Todavía es necesario investigar y concienciar sobre los importantes pintores aragoneses de la Ilustración: algunos como José Luzán, o el propio Francisco Bayeu, generaronigualmente escuela, recibiendo así atribuciones hoy sabidas incorrectas yensombreciendo la obra de otros muchos pintores (como la de Juan AndrésMerclein, Braulio González o José Stern), de los que poco sabemos, o incluso dela de muchos otros, de los que, desgraciadamente, únicamente conocemos elnombre.* Imagen reiterada en laexposición, dedicada a la memoria de Goya, realizada en 1846 en el LiceoArtístico y Literario de Madrid.** De lasconstrucción de un “traje nacional”, que en España se identificó con el demajo, puede aprenderse echando un vistazo a “La Colección de Trages Españoles" obra de Luis Paret y Alcázar realizada por encargo real, que me hubiera gustado poder reproducirles..*** Puesto que pensaba que losestudiosos franceses se habían apropiado de su figura.*** Dentro de una corriente quehabría llegado a su mayor esplendor con figuras como la de Cervantes yVelázquez. Realmente, toda esta discusión se adentra en los términos del muyconocido debate sobre el ser español,de especial relevancia a finales de siglo XIX y principios del XX.