Revista Diario

Sobre la inocencia

Por Tenemostetas
"Si el deseo de amar y ser amada es la cualidad básica de la criatura humana, la reciprocidad es la cualidad de la relación social humana"
Sobre la inocencia

Cuando mi hija terminó en la guardería, con 3 años aún no cumplidos, estuve hablando con la psicóloga-directora de la guardería, que me dijo entre otras cosas, que la niña era muy buena, que mantenía la "inocencia". No le pregunté qué quería decir con eso, pero me quedé pensando: ¿y es posible que haya niños de 3 años que ya hayan perdido la inocencia?
No se me había ido de la cabeza aquel comentario, cuando hoy, leyendo el último libro de Casilda Rodrígañez La sexualidad y el funcionamiento de la dominación me encuentro con este texto, que creo que define muy bien a lo qué se refería aquella psicóloga (sin saberlo ella misma)... y que explica muy bien por qué los niños pierden la "inocencia" incluso antes de los tres años (o sea, llegan emocionalmente dañados al colegio, como bien dice Claudio Naranjo).
También me ha servido para comprender, por ejemplo, por qué mi hija, cuando abraza y besa a otros niños espontáneamente, los otros niños se quedan tiesos, no devuelven el beso, y a veces hasta directamente la rechazan. Con el tiempo, por supuesto, ella también se "acorazará" y dejará de derramar su afecto sobre los demás. Aprenderá que en esta sociedad no está bien visto abrazar ni hacer demostraciones espontáneas de afecto.
Leer a Casilda me produce siempre la emoción y el gozo que debe dar algo así como hallar el Santo Grial. La sensación de que al fin, puede uno comprender al ser humano en su esencia.
Reproduzco el fragmento, perteneciente al primer capítulo del libro: "Las cualidades de la criatura humana". El libro completo puede descargarse gratuitamente aquí: 
"Uno de los pecados originales más clásicos atribuidos a la criatura humana es que somos egoístas, que nacemos egoístas, que nuestra libido es egoísta (narcisista dicen), incluso que nuestros genes son egoístas; en definitiva, que el ego-ísmo es nuestra cualidad innata. Y a este egoísmo innato le seguiría el afán innato de acaparar y de realizar botines mediante la lucha fratricida. La guerra siempre ha existido, nos dicen (mintiendo): está en la naturaleza del hombre, porque el hombre es un lobo para el hombre, etc. etc., y por eso la ley tiene que mediar para contener la maldad innata y evitar que nos comamos l@s un@s a l@s otr@s. 
El trabajo del bioantropólogo Máximo Sandín rastrea el origen de esta creencia popular. En su libro Pensando la evolución, pensando la vida, ampliamente documentado científica e históricamente, explica cómo desde el siglo XIX se ha construido tendenciosamente la biología para establecer el egoísmo y la competencia como ley suprema de la naturaleza (3).  
Por su parte, tras cincuenta años de trabajo en el campo del psicoanálisis, Michael Balint (4) asegura que el ser humano no nace egoísta, sino intensamente enamorado y amante. Dice que el amor primario a dos es el rasgo universal del ser humano al nacer, haciendo añicos las teorías freudianas del narcisismo o egoísmo primario. Según este autor nacemos con una carga de líbido fortísima, en un estado de interdependencia libidinal propio de un tipo de amor específico, el amor simbiótico. Este amor intenso tiene también, además de la comprobación empírica de muchas madres, una comprobación fisiológica hormonal, entre muchas otras (5).
La criatura en simbiosis durante la exterogestación (6), que vive según el deseo materno, mantiene el estado de inocencia primaria, confía en el entorno, vive relajada, no retiene sus impulsos, y se abandona a ellos: así todo su pequeño cuerpo vive en estado de bienaventuranza.
La confianza en el entorno es necesaria para la relajación y para abandonarse al deseo; esta confianza se mantiene mientras que la criatura no tenga una experiencia reiterada de separación de la madre y de abandono afectivo. La confianza en el entorno es requisito del bienestar y es una cualidad innata del ser humano, propia del estado de inocencia y de integridad originales.
Este es un punto muy importante donde se matan las cualidades de la criatura humana; porque cuando pierde la confianza en el entorno, es cuando comienza a contener sus pulsiones, a retraerse y a encogerse, a producir tensiones y rigideces, empezando a perder la transparencia, la fluidez interna y el derramamiento.
La confianza presupone la reciprocidad. Si el deseo de amar y ser amada es la cualidad básica de la criatura humana, la reciprocidad es la cualidad de la relación social humana. Una de las cosas que más sorprendieron a Colón y a Bartolomé de la Casas de las costumbres del pueblo araucano del Caribe, fue la hospitalidad que les prodigaron y la reciprocidad que los indígenas esperaban de ellos. Aquí nadie da nada ni espera recibir nada. Allí lo daban todo y esperaban recibirlo todo. El derramamiento de la líbido implica la confianza y la reciprocidad. Esto prueba que la población del Caribe precolombino estaba socializada según las cualidades humanas innatas.
Otra de las cosas que les sorprendieron fue la inocencia y la ingenuidad que encontraron en aquellas gentes. Desde su punto de vista eran rasgos infantiles y de gente un poco tonta. Aquí también pasa que a la gente buena se la considera gente tonta, porque no ha aprendido a desprenderse de sus cualidades innatas propias, y a tomar las armas de la competencia y de la lucha fratricida. A la gente buena se la llama ‘tonta’ porque no tiene ‘inteligencia’ fratricida. Bachofen (7) también subraya la hospitalidad como una de las características básicas de la matrística (8).
Entre la confianza y la reciprocidad están el derramamiento y la gratitud. La confianza produce el derramamiento, el derramamiento recibido produce un hondo y sincero sentimiento de gratitud y de reconocimiento del amor del otr@, que enseguida se torna en derramamiento propio, y así funciona la reciprocidad. La gratitud honda y sincera es un sentimiento que emerge visceralmente como el placer, produciendo el propio bienestar corporal al tiempo que la
relación fraterna en la regulación social.
La confianza presupone la reciprocidad porque si la reciprocidad deja de funcionar, la confianza se retrae; empezamos a cortarnos y cambiamos el ‘chip’ (de hecho, como veremos más adelante, cambiamos el programa neurológico que regula nuestro metabolismo básico); es decir, cambiamos la actitud de dejarnos derramar y de entregarnos al entorno espontáneamente, por un determinado retraimiento o encogimiento, y una actitud de alerta y tensión.
Así es como se va instalando la doble resistencia: la resistencia hacia lo de dentro (lo que desea salir) y hacia lo de fuera (lo que nos hace daño). Entonces tenemos dos modos de vivir: por un lado, un modo de sobrevivir en el retraimiento y en el encogimiento de las cualidades innatas; por otro, un modo de vida de derramamiento, de expansión y de integración armónica en el entorno.
La hospitalidad y la generosidad son cualidades humanas innatas, que aprendemos a reprimir para vivir en este mundo. Cuando damos porque nos sale de dentro, el hecho de dar hace que nos sintamos bien, porque el derretirnos y el deshacernos para complacer a otro o a otra nos hace sentir bien. El derramamiento es un proceso orgánico que da gusto y es un aspecto del estado de bienaventuranza; y la sociedad fratricida/competitiva que detiene el derramamiento y propicia la acaparación, es generadora de malestar.
El derramamiento produce el placer de la complacencia; un fenómeno orgánico corporal individual, que sale de dentro y se esparce hacia fuera; el placer es derramamiento, no es acaparamiento, no va de afuera a dentro. En general acaparar no es una cualidad propia de la integridad básica humana, sino un mecanismo de supervivencia: almacenar para cuando falte, si hay previsión de que puede haber escasez. Acaparar por acaparar no es una cualidad inmanente al ser humano, es la extrapolación del mecanismo de supervivencia. Constituir un bien en una propiedad es como institucionalizar el acaparamiento y convertir un mecanismo puntual de supervivencia en un modo de vida: el de vivir para tener y acumular propiedad, frente al de vivir para flotar y derramarse generosamente. Las dinámicas son distintas. Las gentes individuales que practican unas u otras, han seguido procesos de socialización distintos."

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