Revista Deportes

Sobre la “juampedrada” de Las Ventas, escribe Rafael Cabrera

Por Malagatoro

juanpedritis

De la crónica de Rafael Cabrera en su blog Recortes y Galleos:

“Esta es, por desgracia, la fiesta que preconizan los del “arte y la cultura”, los diestros del G-10 y los empresarios del tripartito… entre otros. Probablemente es la fiesta con que han logrado engañar al público ocasional, al que se entera de la actualidad taurina a través de las páginas del papel cuché o del “Sálvame” de turno.  Vaya arte… de la engañifa.

Estos son los toros cantados, loados, enaltecidos, alabados, ensalzados, encumbrados, destacados, elogiados y con los que enloquecen los profesionales del mundillo a uno y otro lado de la mesa de despacho. Este es el ideal de una muy buena parte de los que se dedican en el campo español a criar supuestas reses de lidia. Estos bichos son los que han sembrado el antaño campo bravo español de nefasta simiente…, de cuyos desechos se han nutrido más centenar y medio de ganaderías por sólo contar las de la Unión. Vacas, becerros de ambos sexos que en vez de ir camino del matadero para preservar esa riqueza genética, única y singular del toro de lidia, han conformado piaras enteras en otros pagos, al amparo de nuevos ricos ansiosos de notoriedad, o de ganaderos que han perdido el norte de lo que debe ser la crianza de un toro de lidia y han basado sus expectativas en que se los toreen las figuras.

Tan cultura es, fíjense ustedes, que hasta se le ha cedido espacio, tiempo y tribuna a su actual propietario para defender y contar las grandezas de “esto” en la famosa carpa de la empresa. “Arte y cultura” y olé. Sólo falta la gitana de los faralaes para el cuadro compuesto sobre el televisor, cuando no eran de pantalla plana.

Esto de Juan Pedro, tras lo visto ayer, y tantas otras tardes en estos últimos años –a cualquiera le sale un lunar, como también a esta vacada en las últimas temporadas-, es un cáncer destructor, que antagónicamente se defiende como necesario y vital para la fiesta de nuestros días. ¡Sorprendente!

Lo de ayer, nos informaba el programa, que eran cinqueños… ¡Pues cómo serían de cuatreños! De impresentable trapío para Madrid (podían haber pasado como toros en Villaperalillos, o incluso, si ellos quieren, en Sevilla –perdónenme los muy buenos aficionados de la capital andaluza, pero es lo que hay-). Pero en Madrid no basta con que nos asusten dos pitones por delante, al parecer único motivo que justifica el trapío para algún veterinario, sino que el resto de las hechuras del animal sean acordes a las exigencias de la primera plaza del orbe taurómaco. Las culatas, la musculatura, el cuajo la seriedad en el tipo son tan importantes como esos dos pitones afiladísimos –no les parecen a ustedes demasiado afilados…- que mostraron los que ayer nos soltaron en Las Ventas. Del primero al tercero ninguno debió ser aprobado en el reconocimiento, el cuarto nada decía, al quinto le perdonamos por los pelos, y sólo el último merece ser considerado como toro apto para el coso madrileño, sin reparo alguno. Nueva colección de gatos, que a priori, ya no deberían haber pisado el ruedo venteño. Pero lo hicieron entre los amansados silencios generales del público de Madrid, que están como la fiesta en general, en proceso de descomposición interesada, y sólo algunos aficionados aislados, fueron capaces de silbar o expresar aquello que antaño hubiera sido general: ¡vaya fraude!

Y… paso adelante. Sin trapío y sin fuerzas, cayéndose por doquier; alguno como el que abrió puerta -¿por qué los primeros siempre se caen mucho más que los tres últimos?- besó el santo suelo en seis ocasiones. Lo previmos desde que salió… Pero se mantuvo en el ruedo contra la opinión de la afición, y punto y seguido. Si luego con ello se perjudicó al toricantano azteca, ¡pues peor para él! Pero prosigamos… A la falta de trapío y de fuerzas en general, se sumo la previsible ausencia de casta; los dos primeros carentes de ella, el tercero flojo y soso pero suave, el cuarto aunque con apariencia en los comienzos rápidamente a menos, el quinto y sexto nuevas muestras del descaste generalizado. De la toreabilidad pretendida, al que no molesten y de ello, de ese concepto asqueroso, a la mansedumbre y descaste absoluto. Perfecto, “bravo” camino el recorrido por algunos…”

Fotografía: Juan Pelegrín


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