New York, 1953. Vivian Maier
Porque hacemos resaltar la importancia de las impresiones infantiles, se nos acusa de negar la que corresponde a los factores congénitos (constitucionales). Este reproche tiene su origen en la limitación de la necesidad causal de los hombres, que, en abierta contradicción con la estructura general de la realidad, quisiera darse por satisfecha con un único factor causal. El psicoanálisis ha dicho muchas cosas sobre los factores accidentales de la etiología y muy pocas sobre los constitucionales, pero solamente porque sobre los primeros podía aportar gran cantidad de nuevos datos y, en cambio, de los últimos no sabía nada especial, fuera de lo generalmente conocido. Rehusamos establecer una oposición fundamental entre ambas series de factores etiológicos, y suponemos, más bien, la existencia de una colaboración regular de ambas para la producción del efecto observado. El destino de un hombre es determinado por dos poderes – Daimôn kai tychê – muy rara vez, quizá nunca, por uno solo de ellos. Sólo individualmente y en cada caso particular es posible aquilatar la participación de cada uno en el proceso etiológico. La serie formada por las combinaciones de ambos factores en distintas magnitudes ha de tener, desde luego, sus casos extremos. Según el estado de nuestro conocimiento, estimaremos diferentemente la participación de la constitución o de las experiencias en cada caso particular, conservando siempre el derecho de modificar nuestro juicio conforme a los progresos de nuestro saber. Además, siempre podríamos arriesgarnos a considerar la constitución misma como la cristalización de las influencias accidentales recaídas sobre la serie infinita de nuestros antepasados.
Sigmund Freud
La dinámica de la transferencia, 1912