La ciudad de Lima, capital de Perú, está ubicada en un lugar que los geólogos conocemos como “abanico aluvial”. Un espesor de gravas de cientos de metros arrastradas por el río Rímac y sus afluentes, es testigo de los procesos de inundación que naturalmente, han dado lugar al sitio donde hoy se ubica.
El abanico de Lima, con sus más de 200 km2 es uno de los más grandes de América del Sur. El río que lo origina, el Rímac, tiene unos 3.300 km2 de cuenca y 160 km de longitud, salvando un desnivel de unos 5 000 m. En su trayecto atraviesa toda clase de materiales geológicos y residuos urbanos. Cada vez que se producen lluvias, el Rímac baja cargado de rocas, lo que incrementa su poder erosivo y de sedimentación; es decir, se convierte en un auténtico transformador del paisaje, tanto de su curso en la zona montañosa como en su final, en el abanico aluvial. El problema surge cuando el paisaje que modifica está completamente edificado, sin consideración alguna hacia el origen de la zona y su natural evolución futura.
Acantilado de la Costa Verde, en Lima, donde se pueden observar
cientos de metros de registro geológico de inundaciones.
Pero en el abanico no sólo van a seguir produciéndose inundaciones y huaicos, porque además es una zona propensa a otros peligros naturales, como terremotos y tsunamis. Mientras no se invierta en conocer más zonas como esta, seguirán nuestros líderes construyendo el desastre que se vive hoy en Lima, una capital de país que vive a espaldas de la Geología de la cual proviene. Y no es la única.
Dr. Miguel Llorente Isidro – Jefe de la Unidad de Galicia del IGME (IAPG España)
Sandra Villacorta Chambi – Investigadora en INGEMMET (IAPG Perú).