Todos los profesionales del desarrollo parecen empeñados en buscar la piedra filosofal del management, la forma ideal de liderar y de conseguir equipos productivos en estos tiempos tan complejos, pero hay una sensación predominante de que solo estamos poniendo nombres nuevos para las ideas de siempre. Hay, por ejemplo, innumerables modelos de liderazgo y todos dicen cosas muy parecidas.
En mi opinión, las mejores prácticas son simples pero no les prestamos suficiente atención. El modelo de liderazgo con el que yo suelo trabajar dice cosas tan sofisticadas como que “hay que preguntar más”, que hay que dedicar tiempo a cada persona, que colaborando somos mejores, que hay que poner la atención en lo que uno mismo está contagiando a su equipo… Resulta que la realidad de personas y equipos es tan compleja que solo admite soluciones simples que se mantengan constantes en el tiempo. Y por eso, aunque las teorías y los modelos pueden ayudar a entender, ordenar y planificar, a veces solo confunden porque llevan nuestro foco a aspectos de menor importancia.
Observo que a veces los criterios y prácticas utilizadas, por ejemplo, por las pymes no se basan en los modelos de los gurús del management pero están cargadas de practicidad.
Cada situación es diferente pero cada vez tengo más claro que el contacto directo con la supervivencia acentúa la creatividad y el sentido común. A este respecto, una gerente de pequeña empresa decía algo así como:
“Yo en su día hice formación en management… y está muy bien… pero el modelo de gestión que he puesto en funcionamiento es muy simple y lo he creado de un modo intuitivo… quizás algunas prácticas no serían muy aceptadas por los expertos, pero a mi me funciona”.
Su empresa es una referencia de éxito en el sector.
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