11 de marzo de 2015
Hay niños que casi no los son incitados, por decir algo, a presentarse de casting en casting. Van decorados como adultos para elevar el ego de su familia. La gracia (maldita sea) de ver a un chaval privado de la pureza del desconocimiento, con caderas resabidillas y palabras rebuscadas, es algo que quizá entiendan los padres que prefieren ser representantes, en vez de progenitores. El público, nosotros, la mayor parte de los que contemplamos a los pequeños friquis, los vemos con sus excesos de coloretes, volantes y agudos chillidos con la misma fascinación contra natura que se contempla una marea negra. Los niños obligados a ser artistas aun tendrán la posibilidad de rebelarse con el tiempo ante la tiranía del showbusiness, plantarse ante los que más los quieren (que los harán llorar) y decirles: "Si tanto os gusta esta porquería, id a un karaoke. Yo debería estar jugando con mis amigos". Es una posibilidad remota, claro está, pocos Joselitos escapan a su destino de juguete roto. Los animales obligados a dar espectáculo, en cambio, jamás podrán planteárselo.
Loros montando en bicicleta, monos payasos, delfines pasando por el aro... El aburrimiento del ser humano es el mismo que insiste en enseñar a inocentes niñas a contonearse como Miley Cyrus. Se trata de corromper el orden natural de las cosas y producir unos minutos de diversión. Qué gracioso ver a un feroz felino comportarse como un tigre de peluche. Qué divertidos son los parques acuáticos: "Mira, hija, qué bonita es la sonrisa de los delfines". No sonríen, idiota, vienen con esa cara de serie, aunque estén profundamente amargados.
Hoy nos enterábamos de una excelente noticia: El circo Ringling elimina las actuaciones con elefantes y surgía la duda de esperar hasta el 4 de octubre para anunciarlo. ¿Sabéis por qué? En octubre es el día del animal, y cuando se escribe algo que no es "trending-topic" no forma parte del espectáculo mediático. Hoy tocaba por tendencia que hablásemos de fútbol, o de un concurso televisivo de canción a dúo entre adulto y niño incorporado. Qué divertido es formar parte del circo.