Revista Salud y Bienestar
Hace poco recomendaba incluir en nuestra dieta alimentos ricos en pre y probióticos; fibra de avena, yogur, alimentos fermentados etc. Escribía que la ciencia de la microbiota intestinal y su relación con la salud, está en pañales, pero que se han establecido vínculos muy claros y demostrados entre los microbios intestinales y muchas enfermedades, incluyendo trastornos mentales.
Las bacterias intestinales tienen una relación con nosotros que va mucho más allá de ayudarnos con los procesos digestivos ya que son esenciales para nuestra inmunidad y, ahora sabemos, que incluso existe una profunda conexión con el cerebro. Investigadores en Japón han encontrado que los ratones libres de gérmenes producen menos dopamina y adrenalina, dos moléculas importantes en la respuesta al estrés del sistema nervioso central. La microbiota también influye en la producción de la serotonina - un hallazgo interesante dado que este neurotransmisor juega un papel central en la función motora intestinal y la digestión, así como en diversos trastornos cognitivos y del estado de ánimo.
Empezamos a saber que hay que cuidar nuestras bacterias amigas del intestino, evitando que su pérdida nos lleve a una difícil convivencia con otras especies usurpadoras cuya acción puede ser tremendamente nefasta.
En este contexto, se han publicado decenas de artículos que han tratado de demostrar el efecto beneficioso de alimentos, clásicamente, ricos en bacterias beneficiosas como el yogur o el kéfir, o más actualmente, el propio diseño y formulación de distintas cepas bacterianas con supuesto efecto probiótico. Y, sin embargo, no existen publicaciones rigurosas, ni estudios contrastados que demuestren el efecto específico de tal o cual cepa de microorganismos que vaya más allá de un mero efecto placebo. En este sentido, la propia sociedad española de prebióticos y probióticos, en su consenso sobre los prebióticos, escribe: Existen datos que apoyan el hecho de que la ingesta de prebióticos podría reducir el riesgo de padecer ciertas enfermedades como el síndrome de colon irritable (Irritable bowel síndrome, IBS), enfermedad inflamatoria intestinal (Inflammatory bowel disease, IBD) y de enfermedades inflamatorias crónicas como la colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn y la pouchitis. Además, estudios recientes han descrito diferencias en la composición de la microbiota intestinal entre pacientes con síntomas digestivos funcionales y sujetos sanos, si bien los resultados no son totalmente concordantes
Y respecto a los probióticos, la World Gastroenterology Organisation, en su publicación de 2011 al respecto, denuncia el escaso nivel de evidencia científica de la utilidad de éstos, en las afecciones gastrointestinales más comunes.
Gonzalo Casino, en su blog “Escepticemia”, escribe…Los probióticos están en un túnel acientífico tan preocupante para los consumidores como sonrojante para las autoridades sanitarias y los propios investigadores. ¿Cómo es posible que desde que aparecieron estos productos en 1993 no tenga respuesta la insoslayable cuestión de si tienen algún impacto sobre la flora intestinal y favorecen la salud digestiva? La revisión publicada en Genome Medicine es decepcionante y reveladora. Solo se han encontrado siete ensayos clínicos que analizan, en gente sana, los efectos de estas bacterias frente a un placebo. Pero estos estudios son tan diversos que no se ha podido hacer un metaanálisis con ellos y tienen tantas divergencias y limitaciones que solo ha sido posible concluir que faltan pruebas.
Como él muy bien dice, “Si realmente se hubiera querido saber si los alimentos probióticos funcionan o no, probablemente ya lo sabríamos”
Enlace a la revisión de Genome Medicine