Así no se puede seguir en esta profesión. Triste y lamentable la actuación de Javier Conde
Ficha del festejo:
Plaza de la Malagueta, 15 de agosto, 2012. Sexta de abono. Media plaza.
Corrida pareja de Jandilla, correctamente presentada, aunque algunos ejemplares, como tercero y quinto, estaban más justos de presentación. Flojos, nobles, bajos de casta, que se dejaron. Manso el quinto. Destacando el cuarto, toro encastado, noble, con recorrido y calidad en la embestida.
JAVIER CONDE. Pinchazo huyendo, dos pinchazos, aviso y tres descabellos. (Bronca). Aplausos al arrastre. Media perpendicular, estilo rejón. (Bronca). Ovación al arrastre.
SEBASTIAN CASTELLA. Estocada trasera y contraria. Aviso. El toro, sin serlo, es aplaudido como bravo porque tarda en morir, en una innecesaria agonía prolongada por no emplearse el descabello. (Aplausos) al torero. Estocada baja y aviso. (Aplausos) Pitos al arrastre.
ALEJANDRO TALAVANTE. Estocada entrando a ley, algo trasera y contraria. (Oreja) Aplausos al arrastre. Estocada caída y aviso. (Oreja).
El miedo es una emoción que se caracteriza por un intenso sentimiento de recelo que experimenta todo ser humano, provocado por la percepción de un peligro, real o imaginado. Los toreros, como seres humanos, experimentan este sentimiento en mayor o menor grado, motivado no solo por la posibilidad de la cornada, sino por la responsabilidad del fracaso. Pero el torero toma todos sus miedos en la mano y se pone a torearlos, a burlarlos, a hacerlos frente. El miedo vital se ha hecho público y sus efectos se burlan, se torean, con una cualidad esencial: el valor. Cuando se es incapaz de hacerlo, cuando el miedo ha superado los controles del cerebro, ya no puede pensarse racionalmente y surge el terror, la máxima expresión del miedo. Y cuando el terror aparece manda sobre la persona, siendo imposible estar delante de un animal como un toro de lidia. Eso, simple y llanamente, le ocurrió ayer a Javier Conde. Aquí no se juzga a la persona, pues si hubiera de hacerse, solo tendría palabras de elogio hacia Javier. No, aquí juzgamos al torero. Y como torero, ayer faltó al respeto al público que pasó por taquilla, entre los que me encuentro, que se sintieron estafados. Pues, siempre, y más aún con los tiempos que corren, a esas personas se les debe la máxima consideración, y ayer el malagueño, una vez más y ya son muchas, nos faltó al respeto. No se puede estar peor ante el mejor lote del encierro, dos toros que pedían a gritos que se les cortase las orejas, especialmente el quinto, un animal noble, con tranco, de calidad en la embestida, que llevaba dos cortijos en sus astas. Dos verónicas y una media no justifican tantos errores y excesivas e incomprensibles precauciones. Pero, y lo que es peor, ayer se faltó el respeto a sí mismo al perder la dignidad profesional, para servir, tristemente, de motivo de bronca, abucheo, burla y pitorreo. Y de ello, el único responsable es él. Javier Conde supero el límite del aguante por mi parte. No se puede seguir de esta manera en los ruedos. La nueva empresa ha cumplido con su compromiso y Conde ha hecho todo lo imposible para que no vuelva a torear en esta plaza. Si hubiera tenido la vergüenza torera que, por ejemplo, tuvo Julio Aparicio en Madrid, se hubiera cortado la coleta en su plaza, decisión que no es fácil, pero que no es deshonra, porque reconocer públicamente que ya no se está en condiciones de estar en un ruedo, asumir que esto ha de acabar, que las cosas tienen un principio y un final por mucho que uno se empeñe en lo contrario, es de valientes.
La corrida de Jandilla, pareja (¡por fin!), estuvo correctamente presentada, en el límite del toro que requiere esta plaza. Aunque baja de casta y floja, fue noble, repetidora, y tuvo clase en la embestida.
Sebastián Castella recibió con el capote a su primero manejando con temple el percal pero descargando la suerte. Talavante recetó un buen quite por chicuelinas de manos bajas. El toro llegó en borrego dócil que no decía nada. Es el toro el que demanda como ha de torearse, y con estas condiciones es necesario cruzarse para provocar la embestida y poderle. Pues monsieur hizo todo lo contrario. Situándose fuera de cacho y dando una sinfonía de pico muleteril, y acortando las distancias para llegar al arrimón final, a ese encimismo que tanto le gusta y que es lo que más se le aplaude. Con el quinto da lances a pies juntos con el paso atrás. Es evidente que el toreo caro a la verónica está en vías de extinción. Comienza la faena de muleta sentado en el estribo, demostrando el valor sereno que atesora. El valor es necesario para torear, pero sólo con valor no se torea. Con la derecha demuestra su consabida y repetida tauromaquia. Un muletazo completo metiendo pico, para dar un siguiente medio muletazo y acabar rematando hacia arriba y, por lo tanto, hacia afuera. La ligazón, pilar fundamental del toreo, no figura en su tauromaquia. Tampoco se enteró que el pitón bueno era el izquierdo. El final de faena fue el de siempre: ponerse pesado con el arrimón, propinando algunos considerables mantazos y banderazos. Castella, me volvió a demostrar lo mal torero que es; uno de los máximos exponentes de la “monofaena” preponderante en el toreo moderno.
Alejandro Talavante, con el jabonero tercero, demostró que lo suyo no es el toreo a la verónica. Lances a pies juntos sin enjundia. En varas ni para un análisis. El toro iba bien pero algo descompuesto y con tendencia a salirse de la muleta. Talavante demostró el gran momento en que se encuentra, pues no era fácil meter al toro en la franela, y lo hizo como debe hacerse, primero dominando al burel, pudiéndole, para luego torear creando belleza. Técnica y estética. Cogiendo bien la distancia, por el pitón derecho, aunque despegado, comienza a hacerlo con temple y mano baja. Luego vino lo mejor. Varias series de naturales de gran hondura, con ajuste, quietud, temple y ligazón, rematando muy atrás y por bajo. ¿Al hilo del pitón? Pues claro. Para que exista ligazón, es muy difícil hacerlo si se está cruzado. Cruzarse no es un axioma, sino un medio para el toro que, por sus características, lo requiera. Si el toro embiste el mayor mérito consiste en ligar el mayor número de pases, pasándose el toro cerca, “por la faja”, cargando la suerte, y rematando atrás y hacia abajo. Esa, para el que aquí escribe, es la concepción del buen toreo. Y eso es lo que vi hacer ayer a Talavante. Entró por derecho a matar, logrando una estocada en buen sitio, aunque contraria. Justa oreja, la de mayor peso de las que hasta ahora van cortadas en la Feria. Bien doña Ana María Romero en el palco, no concediendo el segundo apéndice, que únicamente le compete a ella. Ayer demostró que es buena aficionada y que ese es el camino para prestigiar a esta plaza. Con el quinto, un animal mansurrón y rajado, que sólo recibió dos picotazos muy aplaudidos en los tendidos, estuvo firme y decido. Con toda corrección lo sacó a los medios, pero el astado solo veía tablas. Con firmeza y valor, aguantando y tapándole la cara con la muleta, intentó que no se rajase. Al final la faena tuvo que transcurrir en tablas, donde enjaretó una buena y meritoria tanda con la izquierda, finalizando su labor con unas ajustadas manoletinas. Se tiró a matar, cobrando una estocada caída. Oreja y petición de la segunda, que una ves más, con buen criterio, no concedió la presidencia. Gran nivel el mostrado por Talavante en esta su mejor actuación en la Malagueta. Seguro que nuestro querido y recordado José María Vallejo habrá disfrutado desde su tendido de privilegio en lo más alto de la Gloria.
Paz y salud
Pepe Pastor