Revista Opinión

Sobredosis

Publicado el 24 julio 2011 por Carmentxu

A los tabloides británicos les ha faltado tiempo para dictaminar, aun sin los resultados de la autopsia, que Amy Winehouse ha muerto de sobredosis. No deben andar muy desencaminados: cuando se vive al límite del abismo, un chute de realidad en vena puede ser la última dosis letal y la muerte parece el más elemental de los destinos, que diría el calculador Sherlock Holmes. Sobredosis de realidad, de una realidad poco amable, por no decir nada, muchas veces beligerante y estridente que se cuela por cada poro de piel. Sobredosis de guerras, bombazos, matanzas, de fanatismo, de miedo a lo desconocido que engendra primero desconfianza, luego odio y rabia y, casi al mismo tiempo, ceguera. Esa sobredosis debe haber sido también la que ha  experimentado el fanático católico, islamófobo por más señas, que ha perpetrado la masacre de Noruega. La sobredosis desborda las pasiones y desfigura el entorno y suaviza las culpas propias para agrandar las de los demás. Resquebraja el pensamiento crítico y la reflexión hasta irrumpir en violencia, contra los demás o contra uno mismo.

En este mundo de sombras, los fogonazos de realidad provocan espejismos y alucinaciones y, en un momento de lujuria sensorial, resulta difícil mantener la menta clara. Habrá que esperar a la autopsia para saber qué sobredosis mató a Amy Winehouse: drogas, realidad o una mezcla fatal de ambas. También habrá que esperar al juicio a Anders Behring Breivik para diagnosticar qué le provocó tanta y tan incontrolada sobredosis. El caldo de cultivo previo apunta a una mezcla letal de nacionalismo, fanatismo, xenofobia, pasando por el miedo a lo desconocido y al desconocido y, finalmente, por la necesidad de culpar al otro, al diferente y al que lo acoge.
Cuando los mercados acaben con nosotros, que también vivimos al borde del abismo, la autopsia será un mero trámite a cargo de analistas, economistas, historiadores y matemáticos. Buscarán explicaciones lógicas que desarrollarán en teorías complicadas, interminables, retroalimentadas para explicar lo obvio: la sobredosis de codicia, de insolidaridad, egoísmo, de individualismo, de soledad al fin y al cabo.


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