Written by valedeoro // 03/07/2013 // productividad // No comments
Te cambia el ritmo y los hábitos cuidadosamente mantenidos se dispersan como un rebaño al escuchar un crujido de hoja inesperado.
Cambio de entorno
Muchos hábitos se ven activados por un lugar concreto. Las rutinas dependen de que el gimnasio esté cerca de casa, de que la cuchilla esté al lado del champú y de que la caja de verduras frescas venga todos los martes. Al tenerlo todo organizado no hace falta que decidas cada actividad conscientemente, simplemente sigues tus hábitos y utilizas la energía ahorrada para otras cosas. Hasta que de repente ya no hay gimnasio, el diseño de la casa es diferente y el proveedor de verduras no reparte en la nueva población.
Ojalá tengas algunas actividades regulares que te puedan servir como apoyo para la creación de nuevos hábitos.
Cambio de actividades
O quizás has cambiado de trabajo. Antes eras autónoma, mientras ahora te riges por los horarios de oficina de una empresa. O quizás pasaste de un trabajo de 40h semanales a una actividad por proyectos o a tiempo parcial. Puede que haya nacido un hijo y tu horario se haya puesto patas arriba con el cuidado del bebé. Los hábitos que dependen de una secuencia de actividades serán los primeros que se pierdan en este proceso. Si siempre ibas a correr después del trabajo, la falta de un horario fijo te dificultará la puesta de los zapatos.
Cambio de compañía
Si pasas de soltera a emparejada o al revés pasa algo parecido. De repente ya no tienes 24 h para tus actividades, puesto que querrás compartir algunas de estas horas con la pareja. O de repente tienes 24 h solo para ti y no sabes cómo manejar estas horas que normalmente pasabas en compañía. Todas las rutinas que estaban relacionadas con la presencia (o ausencia) de una persona en concreto ahora se ven perjudicadas.
Ojalá tuvieras algunas actividades o sitios que te ayudaran a mantener algunos de tus hábitos saludables.
Cuando cambia… ¿todo?
Y después hay esas situaciones en las que cambia absolutamente todo.
En marzo me mudé de Oporto (Portugal) a Mataró (España). Poco después empecé a trabajar como coordinadora en la Plataforma de Afectados por Participaciones Preferentes y Obligaciones Subordinadas que por la urgencia de la situación requiere horario de oficina prolongado. Además pasé de vivir la vida sola a compartirlo todo con mi pareja. Cambiaron los horarios. Cambiaron las actividades. Cambió la casa. Cambió la secuencia y el equilibrio cuidadosamente construido se desmoronó.
Lo quiero todo y lo quiero ya
La teoría es tan bonita: no te dejes atabalar y sigue con los hábitos de siempre. Solo que los hábitos son hábitos porque los haces habitualmente. Porque no tienes que pensar en ellos. El hecho de que ahora no tengo una ruta “automática” para correr, requiere que tenga que pensar en el trayecto cuando salgo a correr. El hecho de que tenga una hora fija para salir de casa requiere que ponga el despertador (y me levante) si quiero hacer cualquier cosa antes de salir. El hecho de que ahora somos dos requiere más previsión a la hora de cocinar… y exige horarios aproximados.
De un día al otro, cada actividad requería una decisión, una inversión de energía mental antes innecesaria. Así que la exhalación por los cambios se transformó en un bajón de energías. Hasta que cambié de enfoque.
Pasito a pasito: un cambio a la vez
Crear un hábito es una actividad compleja. Requiere repetición constante, un anclaje fuerte a una actividad/un lugar/ una situación completa y mucha perseverancia. Así que vuelvo a empezar, con un hábito a la vez, disfrutando del camino. De paso voy practicando para el próximo derrumbe de hábitos.
PD: Es un hábito divertido: cada mañana publicaré una foto del Proyecto 333 en Instagram.
PD2: Si quieres acompañarme en el Proyecto 333 y no sabes por dónde empezar: Apúntate al micro-curso para Aprender a Vestir con Menos.
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Imagen: Gobierno Municipal de Piñas / flickr