Salvo en momentos puntuales, el pueblo es una construcción imaginaria a la que cada opción política trata de moldear. Tal vez por ello, los líderes políticos dicen hablar en su nombre y estar convencidos de conocer la fórmula necesaria para proporcionarle lo que necesita. Curtido en decepciones, al escucharles, en el cerebro se activa la neurona del escepticismo.
El escéptico antes de creer, duda. ¿Carece de convicciones? Todo lo contrario, precisamente son las convicciones las que le hace estar siempre comprobando la idoneidad de sus ideas. ¿Es una actitud negativa? En absoluto, habría que considerarlo como un valor ante la laxitud de quien piensa tener la razón y ante la ingenuidad de quienes compran lo recetado en los titulares de prensa. El dogmático es el antónimo del escéptico; en él no hace mella la duda, la crítica o la exposición razonada. Está convencido de pensar lo correcto
; se muestra inflexible y mantiene sus opiniones con absoluta determinación, sin atisbo de dudas. Frente a él, la persona escéptica rara vez se muestra convencido de sus certezas y por ello sigue indagando las contradicciones y defectos, coincidencias y contrastes.¿Estamos seguros de que las cosas son como las observamos o nos las cuentan? ¿Hay algo merecedor de una certeza absoluta? ¿Nos agarramos a un concepto y lo mantenemos como seña de identidad inmutable? ¿No deberíamos considerar la posibilidad de añadir a nuestras ideas un elemento de duda? ¿Podemos negarnos a nosotros mismos la posibilidad de cambiar de criterio pese a nuestra experiencia individual y la observación de cuanto acontece a nuestro alrededor? A preguntas de Juan Carlos Escudier responde Íñigo Errejón afirma: " Cometeríamos una enorme torpeza histórica si regalamos el orgullo de pertenencia al país a quienes tiene una idea muy estrecha de España en el que les sobran los progresistas, los que hablan otra lengua, los que vienen de fuera, los que tienen otro apellido, las feministas... ".
Es cierto que hay quien apropiándose de los símbolos aspira a quedarse con todo el país. Espero que un día se pueda plantear cuestiones como la bandera, la patria o la intransigencia sin el hostigamiento de detractores y entusiastas. Puede ser cierto que uno de los errores de la izquierda consista en rechazar el valor simbólico de la bandera o del concepto de patria. Particularmente son símbolos o conceptos que no me gustan porque son expresiones que separan, porque detrás de cada bandera y cada patria hay una historia cargada de servidumbre y opresión y casi siempre de mucha sangre inútilmente derramada. Por cierto, ¿combatimos el nacionalismo con otro nacionalismo cargado de orgullo y agravio patriótico? Sinceramente, ningún país es mejor por enarbolar su bandera, ningún ciudadano es mejor por ir abanderado, al fin y al cabo cada territorio tiene la suya. Las palabras de Íñigo Errejón, expresan algo digno de ser considerado; supongo que debemos sobrevivir a los conflictos.