Muchas veces en nuestras vidas, nos sentimos tentados por el ego hasta tal punto de que miramos a los demás y a todo lo que nos rodea como algo separado de nosotros mismos.
Hemos sido educados en un mundo en el que se nos inculca que debemos ser mejores que los demás, de que somos lo que hacemos, que somos lo que tenemos o bien, tratar de agradar a otros para adquirir cierta reputación.
Y es esa concepción equivocada del ego, la que nos arrastra una y otra vez hacia una existencia llena de infelicidad, en la que estamos luchando constantemente en contra de la corriente de la vida.
Porque cuando damos rienda suelta al ego, nos sentimos que somos diferentes a los demás. Algo nos impulsa a ser mejores que otros y finalmente, nos sentimos separados de todo.
Perdemos entonces, ese verdadero rumbo y sentido a nuestras vidas, en una competencia irrefrenable olvidándonos de nuestro verdadero propósito, nuestro origen, así como también nuestra auténtica naturaleza.
Muchas veces me he sentido así. Sobre todo cuando pienso que debo ser mejor que otros en mi campo, para luego caer en la trampa del ego y desligarme de mi verdadero propósito: dar. Sí sólo eso, dar.
Dar información valiosa, escribir con el corazón y dejarme llevar por esa gran corriente o fuente infinita para inspirarme e inspirar a otros.
Sobrevivir al ego significa no luchar más contra la corriente y dejarte llevar.
Una vez, allá por el año 1998 tuve una gran lección. Estuve a punto de ahogarme en una playa debido a que me encontraba nadando entre una resaca y una corriente. Después que un amigo trató de salvarme en dos ocasiones, sentí que mi suerte estaba echada, y cuando tan sólo faltaba un minuto para abandonar las poquísimas fuerzas que tenía, un surfista que salió de la nada, me lanzó la tabla y me llevó hasta la orilla.
Luego supe que si desde un principio me dejaba llevar por la corriente, en vez de luchar contra ella, todavía tendría fuerzas y aire para salir de la zona de peligro y nadar a salvo hasta la orilla.
Nuca olvidaré ese momento. De las experiencias amargas se pueden extraer grandes lecciones.
Mucho después, comprendí el gran significado de este suceso en mi vida: no luchar más contra la corriente y dejarme llevar.
Porque una de las grandes verdades que he podido aprender, es que somos seres espirituales viviendo una experiencia humana.
Existe una fuente que todo lo impregna, que todo lo llena, que todo está inspirado y creado por Él, para el beneficio de nuestra propia experiencia. Pero sin embargo, estamos en un viaje cuyo retorno es esa misma fuente de la que una vez partimos.
Y esa fuente es una energía inagotable, llámalo Dios, Tao, Ser Supremo, Alá, etc. Si nos desconectamos de ella, como dice el gran Wayne Dyer, somos como un aparato que se desenchufa a una fuente de poder o toma de corriente: estamos apagados y desconectados de todo y de todos. Por lo tanto, no servimos a nuestro propósito original.
Y es cuando el Dr. Dyer dice que debemos volver a esa etapa de nuestras vidas en la que fuimos concebidos hasta el momento de nuestro nacimiento. Y renacer en una nueva concepción de la verdadera misión de nuestra existencia: que somos parte de la fuente y la fuente lo es todo.
Así que déjate llevar por la fuente. Empieza a sentir que eres parte de todo y todo lo que deseas para tu vida, empezará a ser parte de ti.