Revista Cultura y Ocio
Por Ezequiel Tena
Es automático. Nos movemos previsiblemente cada vez que se toca un resorte. Una avalancha de insultos se produce en las redes cuando, por ejemplo, una empresa familiar agrícola está dispuesta a pagar más por el trabajo de un hombre que por el de una mujer. No se piensa ni un instante, queremos sangre. Son machistas, hay que crucificarlos y que quede clara nuestra participación. Que sea visible que yo también estoy indignado, eso es lo fundamental (ironía).
Es su experiencia de vida respecto al trabajo y a la producción lo que motiva a la empresa a lanzar su oferta. Sobre todo: es su dinero y con él puede hacer la empresa lo que le dé la gana. ¿Podemos suponer que busca la mayor productividad? El ejemplo sirve para extender sobre la sociedad la acusación: la sociedad es machista. Quizás esa empresa la dirija una mujer (yo mismo he trabajado en una empresa agrícola dirigida por una mujer).
Imagino a esa mujer que dirige su empresa como alguien muy machista. Y a veces, mientras podamos de 650 a 800 cepas diarias de tempranillo o cencibel, me digo para mí mismo que me alegro de que mi chica -que no es mía- no tenga que hacer este trabajo. Porque ella "vale" más que yo para muchísimas cosas, y yo "valgo" más para muchas otras. A eso parece reducida la calidad de las personas, a su valoración económica. Y aunque las generalidades existen para que sean rebatidas por numerosas excepciones (la vida es como la maldita química), he visto el campo poblado por podadores (hombres, aunque acabe en el neutro -es) y el hospital poblado por enfermeras (mujeres, puesto que acaba en femenino - as). Me gustan las excepciones. Lo cierto es que el trabajo debe realizarlo quién mejor pueda hacerlo, y eso es lo que buscan las empresas: maximizar sus beneficios. Se equivocan en casos concretos, casos que tienen nombres y apellidos. Errores más grandes pueden cometerse.
Las mujeres se han ido abriendo paso en una sociedad difícil y han demostrado su valía equivalente, que no es sinónimo de igual. En su empuje imparable han encontrado a partes iguales resistencia y comprensión. Hombres y mujeres han tenido que adaptar sus pasos a un nuevo tiempo. No ha sido fácil. El proceso no ha estado ni está exento de violencias, en plural. Lo jodido y falso de este tema es que parece imposible no remitirlo a colectivos, imposible dirigirlos a personas.
Políticamente incorrecto. En la sociedad hay fuertes estereotipos, y éstos evolucionan de una forma distinta a la que se pretende. La realidad es tozuda y se va decantando lentamente; se espanta molesta la insistencia cojonera de la ingeniería social. No son los políticos ni las políticas (las acciones políticas) los que han llevado a la mujer al mundo laboral remunerado. Hasta no hace muchos años los ingresos de una familia rural no eran nominales. Aún hoy en día no lo son; dependen de cosas así como las cosechas. Ha sido la necesidad de la sociedad industrial con salarios bajos y deseos altos (necesidades creadas) la que ha empujado a la sociedad a un nuevo modelo de vida. Que se lo pregunten a miles de parejas cuya suma de nóminas les permite a duras penas llegar a fin de mes. Ya sabéis, el progreso. Ha sido la necesidad la que ha traído un nuevo modelo de productividad y de familia. Con la distancia que dan los años puede verse el cambio imparable. Dos pasos adelante y uno atrás, porque todo cambio produce un rozamiento (hay una gran diferencia entre historia y memoria).
¿Estamos en el mismo puto barco? La admiración entre hombres y mujeres debería ser mutua. Corrijo: debiera seguir siendo mútua. Hoy leemos una historiografía que denuesta las relaciones hombre-mujer del pasado: a pesar del interés en denigrar la figura del varón y disolver en la nada todas sus cualidades y a pesar de presentar a la mujer como la gran víctima de la historia, quizás tengáis cada uno un saber diferente de vuestros antepasados. Yo no me la creo. La presión social por adaptarse al medio de vida siempre ha producido putas y gorrones, casquivanas y gandules, proscritas e inútiles. Y ejemplos y sacrificios, y tullidos, y parias, y fracasos y vidas plenas. El trabajo duro ha deformado muchos cuerpos y muchas manos, y desde esta sociedad distinta, desde las poltronas de la tecnología, nos permitimos insultar a nuestros abuelos y abuelas. Ellos no trajeron esto. Ellos vivieron de la única manera que pudieron vivir: eligiendo bien y mal. No sabemos nada.
¿Que hay "actitudes machistas" en nuestra sociedad? Por supuesto. Y feministas. Y feminazis. Pero no son las que imaginamos a diario. Son aquellas que se han producido a golpe de prohibición o a golpe de imposición. Las primeras producen un tipo de reacción peligroso: la prohibición llama al desafío de la ley. Nos va a sorprender la nueva generación: ella sí nos acusará con razón del utilitarismo con que se sirve del sexo opuesto. Cientos de miles de años de evolución me permiten aventurar que como resultado de este nefasto experimento social la mujer saldrá perdiendo. Las segundas producen injusticia: véase por ejemplo la injusticia cometida contra el padre en su demanda de custodia compartida.