Elegir o ponerse a favor o en contra entre un gobierno menos coercitivo que otro es la trampa que nos ofrece el sistema para crear más división y justificar su dominación en los gobernados.
Los intereses individuales se contraponen con los colectivos del tal forma que los acuerdos y la organización de las sociedades entran en contradicción permanente, de manera que la competitividad del trabajo asalariado impuesto para poder sobrevivir necesita de un ente administrador (Estado) que legisle la vida de los individos con intereses opuestos, debido a la invasión de la propaganda capitalista del sistema que los enfrenta continuamente en un estado de paranoia y sumisión.
El valor del trabajo no debe medirse cuantitativamente sino cualitativamente, de esta forma se anula el valor del tiempo en el trabajo por el valor del trabajo en sí, con la finalidad de evitar acumular mercancías y servicios del valor del tiempo en el trabajo para su posterior especulación. En esta coyuntura el trabajo de la mercancía y el servicio se mide por la necesidad y no por la seguridad de la acumulación del valor que se obtiene del tiempo trabajado, evitando también la jerarquización y las relaciones de poder que se derivan de aquella y la competitividad, de manera que el trabajo que vaya a desempeñar el individuo en cada momento de su vida sea libre de coerciones dictadas por la Autoridad del Estado y el Capital.