Poco se habla del software como lenguaje cultural de nuestra era y mucho menos sobre la necesidad de aprender y apropiarse de ese lenguaje como única forma de acción participativa en la era de la información. Si no lo asumimos y actuamos en consecuencia, se generará un enorme y mayor ejército de futuros analfabetos.
Educar con software privativo fomenta el analfabetismo informático. Mientras más software privativo usemos (Free Software Foundation, 2006), formaremos más personas incapaces de superar los desafíos de una escuela.
La mayoría de los planes de una mal denominada "alfabetización informática" apuntan a enseñar el uso de herramientas predeterminadas y desarrolladas por alguna empresa, casi siempre multinacionales del software, para generar "contenidos" de diferentes temáticas. Se habla mucho sobre el uso pedagógico de los blogs, por poner un ejemplo, y se enseña a manejar procesadores de texto, hojas de cálculo, programas de dibujo, de manipulación de imágenes y demás programas para "editar contenido"; pero nada se dice sobre los límites inherentes a estos programas. Por tanto, cualquiera es cautivo de la herramienta y debe adaptarse a ella. Son personas limitadas a crear o leer lo que la estructura les permite y autoriza, y absolutamente nada más.
Sin acceso al código fuente no hay educación informática posible, sino sólo formación de personas privadas de conocer en profundidad los programas informáticos, que serán usuarios y consumidores de desarrollos ajenos.
¿Por qué el software privativo fomenta el analfabetismo?
- Acota las posibilidades creativas. Lleva a que las personas deban adaptarse a la herramienta, y no la herramienta a ellos. Y una vez que se acostumbran a su uso, devolverles la capacidad de cuestionarla y modificarla, implica una tarea mucho más compleja.
- Educa a las personas para que sean estrictamente usuarios de determinadas marcas en vez de ser activos participantes en la construcción dinámica y comunitaria de software.
- Obliga a educar en el egoísmo de que "está prohibido compartir", a riesgo de convertirse en delincuentes por intercambiar juegos y programas con sus compañeros, familia y comunidad y a "no investigar" las herramientas con las que aprender porque no sólo se prohíbe el estudio de las mismas, sino que se castiga la ingeniería inversa que se pudiera aplicar sobre ellas.
Educar con software privativo nos obliga a borrar con el codo todo lo que podemos escribir con la mano en términos de solidaridad, ética y derechos, y a reprimir la curiosidad de los alumnos por entender cómo funcionan los programas.
En un mundo donde el código es ley (Lessig, 2001), se torna cada vez más indispensable saber quién tiene la capacidad de escribir y comprender esas leyes y generar esas potencialidades en el ámbito local.
Este texto forma parte del libro que recoge los trabajos del seminario Construcción colaborativa del conocimiento.
Imagen: opensource.com