Creo que si conocieseis a mis padres entenderíais mi pasión por la comida, por descubrir nuevos lugares, nuevos sabores, y nuevos rincones. Aunque conociéndoles, hay algo que falla, por que a los dos se les da de miedo la cocina, y yo… pues eso, dejemos en que manejo de vez en cuando la tostadora, la sandwichera y el horno.
Hace poquito nos dio por celebrar un #sanqueremos muy típico en mi familia: quisimos ir al nuevo Bilbao Berria, pero imposible, si no reservas con ¡¡DOS SEMANAS!! de antelación, nada, así que nos pasamos al plan B. Mi madre propuso Solana, frente a la iglesia de la Bien Aparecida, perteneciente a Ampuero (Cantabria). Cuando llegamos, tras un infierno de curvas, me pareció un sitio maravilloso, en un alto desde el que se veía un valle, las montañas ocultas por las nubes, y un atardecer al salir de la comida, que nos dejó con el mejor sabor de boca posible.
Entramos en el bar a tomar algo mientras hacíamos tiempo, un bar de esos de montaña, que lo que menos te esperas que junto con el restaurante, cuenten con una estrella Michelín, más que nada por que aunque tiene solera, encanto y yo soy fan de esos lugares con tradición, no parece ser el típico sitio donde vería a un crítico gastronómico. Para empezar, una ración abundante de rabas (con estrella) deliciosas, con una genial presentación. Y para continuar, una gran sorpresa en el comedor de al lado...
1. Rabas con estrella Michelín.
2. Entrantes Solana es un restaurante con historia, con tradición. Al mando, Ignacio Solana, tercera generación de una familia que no solo se ha dedicado a los fogones, sino a la agricultura y ganadería que hacen que la materia prima de su carta sea cuidada y de gran calidad. Nos sentaron en una mesa amplia, y mientras J, mis padres y yo mirábamos la carta, nos sirvieron unos deliciosos aperitivos: chupito de hongos (#muerodeamor); bombón de foie con gelatina de avellana (#muerodeamorotravez) y croqueta casera de jamón (¿¿quién dijo que las croquetas no tenían glamour??)
Además de los entrantes, nos sirvieron tres tipos de pan: torta de aceite, pan de pueblo, y un bollito de cebolla, vamos el paraíso para los adictos al pan.
Nota: en un principio, la idea era de pedir el menú degustación, pero hubo un pequeño mal entendido entre nosotros cuatro, y acabamos pidiendo un entrante cada uno, un plato principal y postres. Sin duda, si vais, os recomiendo que pidáis ese menú y os dejéis llevar por el chef, merece la pena.
Salpicón de la huertaLo último que me imaginaba con este titulo era este falso tomate relleno de salpicón, lo único que era "real" del tomate, era el rabito, que no se comía. Me resultó un entrante de lo más vistoso, una presentación perfecta, y con un sabor del salpicón delicioso. Lo que me desconcertó fue la textura exterior, algo novedoso, que me daba la sensación de estar mordiendo una capa de chocolate, pero con sabor a tomate, algo diferente.
Royal de foieLo genial de Solana no es solo su localización o su cocina, sino también su equipo de sala: el royal de foie, compuesto por una canelón de módena relleno de queso pasiego. El remate del plato, vino con una crema de col de la zona que sirven caliente al momento en la mesa.
Tartar de salmón rojo de AlaskaYo es que es ver tartar, steak tartar o carpaccio, y me vuelvo loca. Leí en la carta steak tartar para dos, así que nada, me tocaba elegir otra cosa, así que era fácil, y más si la alternativa era tartar de salmón rojo de Alaska. Ni sabía de la existencia de este salmón, de un vivo color rojo, nadea que ver con los del norte de Europa, mucho más rosados y con las vetas de grasa más marcadas. Venía acompañado de un helado de pepino e hinojo (momento #topchef con el hinojo) con una presentación espectacular con base de nitrógeno. Sin duda, plato indispensable probar en Solana.
Revuelto de hongos y huevo a baja temperatura.Este plato estaba fuera de carta, es un plato de temporada perfecto para estos días de otoño. Si nos hubieran p¡ofrecido esto en agosto, no tiene la misma gracia, desde luego. Una pequeña sartén con unos trozos hermosos de hongos salteados al punto junto con un huevo a baja temperatura y unas lascas de jamón.
Cuello de corderoLos primeros platos dejaron el listón muy alto, esa mezcla entre cocina moderna por las presentaciones y tipos de cocción y preparación de los platos, y cocina tradicional con esos productos de la zona y esos sabores de siempre. Uno de ellos, el cuello de cordero relleno de sus lecheritas y guiso de habitas. Ingredientes maravillosos, que leídos jamás te imaginas cómo acaban siendo presentados, y aquí, el cordero se deshacía con el tenedor sobre una curiosa tabla de madera.
Rodaballo con verduritas encurtidasEn ninguna comida familiar que se precie puede faltar un plato de pescado: en este caso, mi padre lo vio claro con un plato de rodaballo. Dos tajadas que parecían para dos personas, cubierta de una espuma con toques cítricos, y acompañada de verduritas encurtidas. Sin duda le daban ese toque ácido que combina genial con el pescado.
Solomillo con ciruelasImaginad un taco de solomillo, imaginad ese punto rojo en el centro, rosado hacia el exterior y esa capa chamuscada por fuera, que cruje al cortar. Impresionante el sabor de la carne, y del punto acertado de cocción, y un acompañamiento original y muy otoñal a base de ciruelas.
Bonito encebolladoYo estaba también con antojo de algo de pescado, y tras el tartar de salmón noruego, este plato fuera de carta de bonito encebollado, prometía ser un buen segundo. Cuando nos tomó nota al principio de la comida, la camarera me comentó que si me gustaba el pescado poco hecho, tirando a crudo. Mi sí fue rotundo, y ella me comentó que ese plato si alguien lo quiere muy hecho, no se lo recomiendan (yo añadiría que ni lo serviría, que para estropear el producto, mejor te pides otra cosa). Un taco de bonito cubierto de cebolla caramelizada, que se deshacía en enromes lascas que dejaban ver ese punto del que me hablaba la camarera. La verdad que lo pedí sin saber muy bien si había elegido bien, me parecía que no me iba a sorprender, hasta que probé el primer trozo. La pena fue que me sirvieron mi plato cuando mis padres y J ya estaban acabando el suyo.
Tostada de pan brioche¡Y llegó el dulce! Si en los primeros leo steak y no pienso más, en los dulces me pasa eso con las tostadas de pan brioche o con aquello que lleve caramelo por encima. Os juro que es superior a mi: estaba a punto de explotar, pero no podía irme de Solana sin probarlo. Y menos mal, porque me hubiera perdido dos rebanadas de pan brioche jugosas, recubiertas de azúcar caramelizado y canela, y acompañado de helado de lima. Casi lloro de la emoción, no os digo más.
Turrón, uvas y helado de MoscatelEl segundo postre que pedimos era una especie de coulant (son ofender a Ignacio Solana, que es para que me entiendan los lectores! jajaja) pero de turrón. El corazón se derretía, y salía una crema de turrón con un toque de moscatel que se acentuaba con la copita de helado de moscatel. Una versión genial del ya pasado bizcocho de chocolate con el centro derretido.
RESTAURANTE SOLANAwww.restaurantesolana.comLa Bien Aparecida, 11. Ampuero (Cantabria)
Cuando hicimos la reserva, no tenía ni la menor idea de a dónde íbamos, y menos que llegaríamos a un rincón precioso de Cantabria, donde parece que se ha parado el tiempo en torno a un restaurante con una larga historia familiar. Impresionantes vistas, atención cuidada y una carta a base de productos locales que sorprende en cada plato por su presentación y sus sabores. Me encanta que los nombres sean sencillos, que no tengas que tener un máster en ciencia ficción para entender qué vas a comer, pero que al traer el plato, la imaginación del chef y su equipo se muestre ahí. Pena que me tuve que comer mi segundo plato sola, ya que no sé porqué llegó más tarde que el de los demás. Por cierto, ni lo penséis, pedid el menú degustación, y dejados llevar por cada sorpresa.
Menú a la carta para cuatro, más bebidas, cafés, dos medios gin-tonics y dos chupitos de orujo, poco más de 200€