Revista Ciencia

Solidarios a la violeta…

Por Oncoangel

siglo

En el siglo XVIII el escritor español José de Cadalso y Vázquez de Andrade (1741-1782) publicó la obra <<Los eruditos a la violeta, o curso completo de todas las ciencias dividido en siete lecciones para los siete días de la semana. Publícase en obsequio de los que pretenden saber mucho estudiando poco>>, en la que ridiculizaba un tipo de educación entonces frecuente en España, la erudición meramente superficial que se pretendía hacer pasar como un vasto, amplio y sesudo conocimiento de cualquier tema que se debatiera. La mención a la violeta hacía referencia a que era uno de los perfumes preferidos por los jóvenes que eran los más dados a este tipo de erudición. Desde entonces, la expresión “eruditos a la violeta” retrata a todos aquellos que a pesar de aparentar gran cultura, sólo tienen un barniz superficial de la misma, pero que compensan con su gran afectación, cursileria y pomposidad en sus manifestaciones.

Esta misma semana, dos noticias diferentes reflejan, de una manera llamativa, un concepto que, al hilo de la obra de Cadalso, pudiera muy bien denominarse de “solidarios a la violeta”, entendiendo por tales a aquellas personas aparentemente cultas, que hacen gala de un espíritu abierto, tolerante, integrador y siempre preocupado por el que sufre y el necesitado, pero que ante la tesitura de tener que compartir alguno de los beneficios de que disfruta, merecida o coyunturalmente, se vuelve egoísta olvidando todos los principios de solidaridad entre los hombres de los que gusta presumir y adornarse.

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Por un lado, se ha conocido recientemente el Plan Parcial de Reforma Interior del ámbito Mahou-Vicente Calderón, que contempla la construcción de dos rascacielos gemelos de 36 pisos en los terrenos del estadio rojiblanco y de un total de 8 edificios para viviendas residenciales donde estaba la cervecera. En cuanto se ha conocido esta propuesta han surgido las Asociaciones de Vecinos que, como no podía ser de otro modo, se oponen frontalmente a esta actuación. Lo llamativo en este caso son los argumentos esgrimidos en su oposición. Todos ellos, alejados de lo que podría suponerse como un principio de solidaridad inherente a cualquier asociación vecinal, y más cercanos a los planteamientos proteccionistas del más rancio clasismo. Se quejan los vecinos de que la gente del barrio no querría vivir en las nuevas viviendas que se edificaran, y que “los únicos destinatarios de estos pisos serían inversores extranjeros o especuladores”. Además, el otro pilar en el que fundamentan su oposición estas asociaciones es que el aumento vecinal acarrearía un inmediato aumento en la utilización de los servicios públicos con los que cuenta el barrio -centros deportivos, Metro, escuelas, centros de salud…- que podría conducir a una saturación indeseable. De manera que favorecer la incorporación de nuevos vecinos al barrio se ve como una amenaza, tanto porque llegaría gente que no pertenece a su barrio como porque tendrían que compartir servicios públicos con otros. Lo mío para mi y los demás que se busquen su vida. Todo muy solidario…

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Por otra parte, el traslado a España desde Liberia de un ciudadano español, Miguel Pajares, enfermo tras contraer el virus de Ébola, ha desatado una polémica llamativa. Dejando aparte la tradicional manera de trabajar de las autoridades sanitarias españolas, moviéndose continuamente entre la chapuza y la improvisación, y sonrojando de nuevo ante el mundo a cualquiera de los trabajadores españoles que se empeña, a pesar del Gobierno, en demostrar que en España se sabe, puede y hacen bien muchas cosas, choca la oposición furibunda que este traslado a concitado en distintos ámbitos. (Mención aparte merece la nefasta gestión de quien decidió hace unos meses desmantelar el área específica habilitada en el Hospital Carlos III de Madrid y que ahora hay que reinstalar a toda prisa… Sería deseable que, una vez solucionada esta crisis, rodaran las cabezas de los responsables, pero probablemente eso es mucho pedir…) Desde que se conoció la noticia no han dejado de alzarse voces, muchas de ellas sin ningún fundamento científico, en contra del traslado aduciendo el riesgo de contagio. Es decir, parece que la solidaridad con un compatriota enfermo, que trabajaba dedicado precisamente a tender a todos esas personas muchas veces ignoradas, tiene el límite del miedo a que su enfermedad nos pudiera afectar al resto. Y como ese riesgo existe, mejor que se quede en África, donde sus opciones de curación son prácticamente nulas, antes de que venga a su país, donde la atención y las posibilidades de curación son notablemente mejores. Los mismos que claman contra la instalación de vallas y cercas en las fronteras de Ceuta y Melilla para impedir la entrada de inmigrantes africanos, y que exigen una política de “puertas abiertas” y “asilo para todos” aduciendo la situación de pobreza y precariedad en todos los aspectos de las personas procedentes de África, son los que ahora están en contra de repatriar un enfermo para que pueda tener alguna opción más de sobrevivir. ¿Dónde queda el tan cacareado principio intocable de “sanidad universal”? Muy solidario todo…

En definitiva, debe ser que la solidaridad es un concepto “discutido y discutible” y que algunos la portan a modo de una tintura superficial pero que en cuanto se escarba un poco y que hay que demostrar la voluntad de ayudar y compartir, sale a relucir el egoísmo de lo propio. Lo dicho, solidarios a la violeta…

“Pues hemos nacido para colaborar, al igual que los pies, las manos, los párpados, las hileras de dientes, superiores e inferiores. Obrar, pues, como adversarios los unos de los otros es contrario a la naturaleza”
Marco Aurelio, emperador de Roma (121-180)


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