Hace muchos años, cuando era yo un budista sin saber que existía el budismo, me preguntaron unos amigos cuáles eran mis propósitos de año nuevo.
Y me puse a pensar en que los propósitos que había hecho, guiado por la mercadotecnia de fin de año en la que te obligan a hacer propósitos, en que nunca me había planteado ninguno. De ahí en adelante siempre me dije que no haría más propósitos de año nuevo.
Sí, yo soy de esas personas que van caminando por la vida sin un propósito de año nuevo. El bajar de peso, dejar de fumar, ser honesto, hacer ejercicio, ahorrar 10 millones de pesos y toda la batería de buenos deseos, siempre han sido un poco vacíos para mi.
Al final de año siempre la gente anda diciendo en forma de broma que no cumplió con el 80% de sus objetivos, y claro que eso sólo confirma mi teoría: los propósitos de año nuevo son vacíos en la mayoría de los casos.
No tenemos la firmeza ni la continuidad de propósito que se requiere para llegar hacia nuestras bien intencionadas metas.
¿Porqué? Porque en algún lugar del camino nos distraemos con la vida real, con los problemas cotidianos y nos metemos de lleno a producir sin pensar.
Cuando volteamos la cara ya es noviembre y todas esas intenciones quedaron guardadas en el cajón donde viven Santa Claus, el Chupacabras y Tom y Jerry.
Creo que para realmente lograr un compromiso y alcanzar los objetivos hay que hacer un trabajo diaro de meditación y de concentración. En mi experiencia veo que todo mundo hace una gran lista de metas, muchas de lugar común, y sólo sirven para poder decir en Twitter:
Yo sí tengo metas #paraqueveanquesoycomotodalamanada
Si hay una lección fuerte que me dejó el 2010 es que aprendí, una vez más, que NADA es permanente ni predecible. La vida siempre cambia, se mueve.
Comencé 2010 con un trabajo burocrático que envenenaba mi ser y mi salud; y terminé siendo un Chocobuda muy feliz en una ciudad distinta y trabajando como freelancer. Y jamás me lo imaginé.
Muchas de las situaciones por las que pasé el año anterior fueron sorpresas, problemas emergentes y bomberazos (vocablo mexicano para decir “problema urgente que debes resolver de forma inmediata”). Algunos malos y la mayoría muy buenos.
Comento esto porque no importa cuánto planeemos, ni cuántas medidas de seguridad se tomen, ni cuántos buenos deseos tengamos, no cumpliremos ningún objetivo si no tomamos en cuenta que todo es impermanente.
Por todas estas razones creo que los propósitos de año nuevo son deseos vacíos si no se toma en cuenta todo lo anterior.
Para evitar frustraciones a fin de año, lo más conveniente es plantearse una sola meta.
Si vas a bajar de peso, hazlo como si no hubiera un mañana. Si vas a ahorrar dinero, hazlo hoy. Si lo que quieres es titularte, ve a tu universidad y realiza los trámites, haz la tesis. Si lo que quieres es dejar de mentir, hazlo en este preciso instante, no esperes a fin de año para hacer balance.
Si al final del día lograste cumplir con tu meta, entonces ya ganaste una batalla.
Con todo esto quiero decir que si sólo te planteas un propósito y pones toda tu alma en ello, trabajas diariamente para alcanzarlo, tus probabilidades de éxito aumentan.
¿Cuál es mi propósito para 2011? Ser mejor persona. Hoy. Aquí y ahora.
Y eso lo voy a lograr haciendo lo que siempre hago: escribiendo, leyendo, creando, trabajando, amando, escuchando y dando todo lo que soy por quien me necesite.
Feliz 2011.