Por Nuria de Espinosa
Si la seguridad es básicamente una superstición, me preguntó por qué te acochas bajo el alféizar de la ventana. Supongo que por causa del argüende que tus amigas han ido soltando en un grupo que hasta ayer era inseparable. Sigo mirando aquí, inmóvil, y sigues incapaz de mostrarte. Seguramente en algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones.
Este viento ábrego empieza a ser insoportable. ¿Por qué me castigas así? Recuerdo la primera vez que te vi; ibas teñida de rojo por el sol de la tarde, por el crepúsculo ensangrentado del cielo. Tu melena ondeaba al viento y tu sonrisa golpeó mi pecho de tal forma que fue como una daga que se clava directamente en el corazón. Siento las llamas dentro de mí, como un haz de luz ocre que se traduce en otra cosa que no es el fuego dentro de la atalaya de la que no te puedo atisbar. El infierno está vacío, y todos los demonios están aquí.
Nunca imaginé que me harías esto. Al enterarme estuve a punto de... Pero la violencia es el último recurso del incompetente. Y yo soy incapaz. Prefiero perdonar. Él no es mejor que yo. Aunque deseaba despedirme de ti, claro que con esta barahúnda la confusión es como una anárquica mezcolanza. La verdad es raramente pura y nunca simple.
Tal vez, para ti ocultarte entre las paredes de tu hogar, sea el castigo de tu delito. No lo sé. Sin embargo, no te guardo rencor. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Y el nuestro se ha quebrado como una manzana que se parte en dos. He de suponer que cada uno tenía su pasado encerrado dentro de sí mismo. El mundo no se ha parado, gira a nuestro alrededor, y por eso me siento como un escribano dolioso, pero cansado de mirar hacia la ventana; tengo la seguridad de que sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece.
Adiós, mi amor. Mantén siempre tu cara hacia el sol y las sombras caerán detrás de ti. Puede que algún día alcances la paz que mi corazón alberga, y logres encender de nuevo el fuego en tu hogar, porque ahora, la soledad y el rechazo son tu compañía. ¡Adiós, mi amor!