Revista Opinión

Solo hay memoria para los vencedores

Publicado el 14 octubre 2013 por Carmentxu

Se me aturullan las palabras de la misma manera que se me aturullan las ideas antes de llegar a la zona consciente del cerebro solo de ­intentar explicar y explicarme de forma creíble lo sucedido ayer en Tarragona. Objetivamente, en datos, en titulares, la Iglesia beatificó 522 ‘mártires’ de la Guerra Civil con el beneplácito de las fuerzas vivas y de esa llamada sociedad civil que se ha erigido élite y baluarte de las mentes bienpensantes, pero que solo se representan a ellos mismos y sus instituciones, no a la sociedad real.

Políticos en primera fila (Foto: Atlas-Efe)

Políticos en primera fila (Foto: Atlas-Efe)

El paraguas de lo religioso puede servir para exculpar de toda culpa a los políticos que allí acudieron: ministros, gobernadores civiles, el presidente de la Generalitat. Todos enseñando sus garras por debajo de la puerta, ya sin pudor ni temor de Dios ni de los hombres. Los historiadores no lo hicieron, ni los testigos de la barbarie: ellos y muchos otros sabemos que también fueron ejecutados, y éstos sí olvidados por la Iglesia, sacerdotes a manos del bando franquista por su ideología y creencias y los que se salvaron se vieron obligados a exiliarse tras la contienda. ¿Hermanos? No todos. Algunos han sido repudiados por un padre parcial que, del mismo modo que la justicia, solo usa lo universal como adjetivo sin poder de ley, como un nombre falso, una justicia que, al igual que ahora, no es para todos sin excepción.

No tengo nada en contra de que beatifiquen a sus muertos, siempre que lo paguen ellos y no yo, ni mi vecino, ni mis amigos ateos, pero que no lo hagan bajo el amparo de la religión. Bajo ella se han cometido millones de crímenes impunes. Que sean valientes, como lo fueron cuando auspiciaron y bendijeron el franquismo, el vencedor. Hasta que no lo asuman y pidan perdón a las víctimas no habrá paz. Hasta que no salgamos de una amnesia colectiva inducida y recuperemos la memoria histórica no habra paz. Tampoco la habrá mientras los muertos yazcan en las cunetas de caminos polvorientos, o en fosas comunes, cementerios sin nombre. Ellos no quieren que los beatifiquen, basta con que se haga justicia.


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