Revista Cocina
Las cosas cambian porque tienen que cambiar, como cambia el tiempo o la vida, por el azar o por su pariente el destino. El caso es que os estoy ofreciendo una receta de esas que serían imposibles para mí. Odiaba el queso y de cualquier clase. Un día, con alguien muy querido, tuve la oportunidad de catar variedades de quesos con su debido acompañamiento. Mezclas impensables pero que hicieron que me replanteara eso de que los quesos eran siempre igual: fuertes, suaves, blandos y duros.
Los frutos secos, con mesura, transforman cualquier plato. Esta vez la avellana se me antojó "novieta" del roquefort. El Oporto le añadió el toque dulce sin enmascarar los sabores. Pero creo que lo mejor es que lo probeis ¿no?
Un plato rápido, como casi todos los míos. Los champiñones y las patatas fueron un antojo. Que cada uno tenga el suyo :)
Ingredientes:
- 3 solomillos
- 200 gr de queso Roquefort
- 200 gr de nata liquida
- 2 cucharadas de mantequilla
- 1 cucharada de aceite de oliva
- 2 cucharadas de Oporto
- 50 gr de avellanas
- Una pizca de pimienta recién molida
- Sal
Elaboración:
Cortamos los solomillos en medallones gruesos y los salpimentamos.
En un mortero majamos las avellanas.
Derretimos la mantequilla con el aceite y le añadimos el queso a trocitos removiendo continuamente hasta que se disuelva. A continuación agregamos la nata, el vino y seguimos batiendo hasta conseguir una crema de consistencia suave y homogénea. Ponemos la avellana reservando un poco para el final del plato.
En una cazuela con un poco de aceite de oliva sellamos, a temperatura alta, los medallones de solomillo hasta dorarlos y los incorporamos a la salsa.
Espolvoreamos con el resto de la avellana y los acompañarlos con champiñones al Jerez y patatas fritas.