Cuando mi niño era pequeñito muchas veces sufrió lo que yo llamaba "fiebres fantasma", asintomáticas, que aparecían sin avisar y desaparecían sin motivo.
Su pediatra al revisarlo, no encontraba nada y terminaba diagnosticando posible brote de alguna pieza dental.
Con los años he ido dandome cuenta de que las emociones, cuando pretenden ser ignoradas o pretendemos ignorarlas, acaban haciendo su aparición bajo distintas formas.
Leí sobre esto durante mi adolescencia, en diferentes libros de auto ayuda, pero no ha sido hasta la edad adulta, tras mucha terapia, vida interior y 6 años de maternidad, que he comenzado a creer firmemente en la somatización de las emociones.
He podido comprobar como mi hija ante un berrinche o una etapa de "no conexión" conmigo, empeora de manera inmediata en su dermatitis.
Cada vez que mi hijo se agobia por problemas escolares, la fiebre hace acto de presencia.
Yo misma según lo que trate en terapia, adolezco de una cosa u otra.
A raíz de esta entrada , una lectora del blog se puso en contacto conmigo vía mail y me hizo llegar esta otra entrada de Nace una Mamá y aún sentí mas cierta esta idea.
Por eso intento tratar nuestras dolencias, no solo desde la medicina, si no también desde la emoción, por ejemplo:
Cuando a mi enanita le da un súper brote de dermatitis, no solo le pongo su crema, le doy mas agua, la baño en días alternos con agua templada...si no que además la ayudo a hacer respiraciones a menudo (sobre todo si esta en medio de un berrinche) y la acaricio mas veces.
Cuando mi hijo se puso malo con fiebre alta y repentina, justo la tarde antes de empezar las clases tras las vacaciones navideñas, lo lleve a su pediatra, le di sus medicinas y hable largo y tendido con el, conversando, nada de paternalismos, dejando que la conversación llegará hasta el punto de su preocupación.
Normalemente estas fiebres nos cuestan 4 o 5 días de altas temperaturas, un par de días mas de recuperación y una semana mas de llagas en la boca.
Esta vez, teniendo en cuenta la somatización de las emociones, decidí coger el toro por los cuernos para ayudar a mi hijo y hacer un pequeño "experimento", al contrario de lo que hice en ocasiones anteriores, se quedo solo un día y medio en casa, que curiosamente y tras nuestra conversación, fue lo que le duró la fiebre (es decir: 3 días menos de lo habitual en el), dándole la seguridad de que si se sentía peor, yo iría a buscarle y volveríamos a casa a descansar y habiéndole puesto ya nombre a sus miedos.
Resultado: la fiebre no volvió y se recuperó mucho antes de lo habitual, incluidas las llagas.
Me costó mucho tomar esta decisión, me sentía dividida ya que por un lado quería dejarle en casa para que su cuerpecito descansase y para evitarle los nervios y el miedo que le daba enfrentar su problema, pero por otra parte sentía que así estaba alimentando sus miedos y resistencia al cambio...
Finalmente, tome la decisión de llevarlo antes de lo habitual un poco acicateada por la presión escolar, pero terminó siendo la mejor decisión.
Para nada quiero decir con todo esto, que la enfermedad no exista como tal, ni que todas las enfermedades las causemos nosotros con nuestras emociones, pero que estas son un factor muy importante es una realidad.
Myriam