Tomo Único | 211pp
A lo largo de las páginas de este libro Hearn tan pronto nos invita a contemplar íntimamente el terror, sumergiéndonos en un mundo de leyendas de amor y espectros ambientadas en el Japón antiguo, como diserta filosóficamente sobre las cigarras o plantea un estudio detallado de los yobina, los nombres propios femeninos. Gracias a su agudo sentido de la estética y a su misteriosa habilidad para traducir los sentimientos en palabras, Lafcadio Hearn despierta al intelecto y al espíritu y nos ofrece una excelente perspectiva plagada de lirismo no sólo de su país de adopción, sino de la humanidad en general.
Realmente me cuesta mucho reseñar un libro como “Sombras”, de Lafcadio Hearn; no porque no me haya gustado (nada más lejos de la realidad), sino porque no sé cómo expresarme ante él. Su aura japonesa, tan tradicional y autentica, llega al alma y la atraviesa, dejándome temblando como una hoja. ¿Estaré capacitada para transmitir la pasión que las temblorosas letras de Lafcadio inmortalizó en este estudio? ¿Seré capaz de arriesgarlo todo y salir ilesa en el intento? La respuesta la desconozco, pero soy consciente de que haré mi mayor esfuerzo, no en vano se trata de un libro que inmortaliza la esencia de aquel país que se apodera de mis sueños. Ése donde el sol nace y siempre brilla.
Pero comencemos por el principio de todo, pues no es un inicio fácil para los novatos en la materia. ¿Quién fue Lafcadio Hearn? La respuesta es simple y a la vez complicada: él era un escritor grecoirlandés que, finalizando su vida, su sepultura se alzó bajo el nombre de “Yakumo Koizumi”, pues era tan grande y tan apasionado su amor por Japón, que terminó nacionalizándose como japonés y cambiándose el nombre. Su estilo siempre estuvo cargado de un aire de erudición, de frágil prosa y suave retórica, con Lafcadio no leeremos una literatura nacida de entre las entrañas de un extranjero que jugaba a ser japonés, sino de un japonés que nació en el cuerpo y país equivocados. Alcanza tal matiz su obra que no sabemos cuándo empieza él y cuando termina la mitología y es que, harto de las costumbres norteamericanas (y occidentales, en todo caso), decidió dejarse llevar hasta el que fue su país adoptivo: Japón. Allí se casó, tuvo descendencia y aprendió de lo mejor de la Universidad, donde consiguió una cátedra y comenzó a impartir clases (no sin antes pelearse con uñas y dientes una seguridad en el país). Su obra es extensa, ensayista y, como no podía ser de otra manera, fantasmal. Estaba realmente interesado en las historias tradicionales de terror, cuyas escrituras él convirtió en libros que hoy en día pueden conseguirse en librerías (algunas en español). Sin lugar a dudas, este japonés grecoirlandés fue una figura importantísima dentro del estudio sobre Japón gracias a su certera interpretación de las costumbres y pensamientos (de la época). Podría decirse que “Sombras” es una más de esas obras.
“Sombras” está dividido en tres partes: Historias de libros extraños, Estudios japoneses y Fantasías, siendo la primera parte la más potente de todas. En ella encontraremos una recolección de conocidos cuentos japoneses transcritos con su puño y letra con un estilo envidiable, cuyas historias nos remontan a una época olvidada y lúgubre que se esconde en las estrechas callejuelas del antiguo Tokyo. El relato que inicia nuestra lectura nunca pudo haber estado mejor escogido, su nombre, “La reconciliación” (y que forma parte del originalmente llamado Konseki Monogatari), relata una extraña y malograda historia de amor entre un hombre y una mujer, quienes ponen en tela de juicio la separación entre lo corporal y lo espiritual. Esta historia me pareció preciosa, melancólica y totalmente romántica. Hará las delicias de los lectores más apasionados, porque Lafcadio sabe llevarnos a donde quiere, y ese lugar nos muestra que en el momento menos pensado, pudiste haber perdido al amor de tu vida, dejándolo escapar lentamente. Una hermosa historia de amor escondida tras las líneas de una historia terrorífica de final abrupto y excelente. Al igual que el relato “La doncella del cuadro”, la magia aterradora vuelve a sorprendernos, dejándonos esta vez, la miel en los labios por su corta longitud. Todas y cada una de estas especiales fábulas contadas de una forma aún más especial, me arrancaron un suspiro y me parecieron la parte más increíble del libro. Sinceramente, me dio pena de que terminaran, pues necesitaba más y más.
La segunda parte de este ensayo, “Estudios japoneses” es el bache en el perfecto camino que Lafcadio había trazado para nosotros. Tal vez es una apreciación meramente personal (obviamente, os hablo desde mis gustos y preferencias) ya que el autor se desgarra la piel contándonos los secretos de unas criaturas llamadas “semi” (cigarras, para los menos entendidos) entre otros insectos, sus costumbres y sus labores, entre poema y canciones populares que se han creado para alabar a estos insectos que hacen el verano más apacible en Japón (para quien no lo sepa, en Japón el verano está marcado por el intermitente y especial rugido de las cigarras, un sonido relajante y característico del país); definitivamente, si no sois amantes de los bichos, tal vez esta parte os interese ignorarla completamente y sumergiros en la siguiente temática, dedicada exclusivamente a los nombres femeninos de la época (no olvidemos que el libro data de 1900) y a sus significados, una excelente guía para escritoras obsesionadas con situar sus novelas en Japón (me cito en primer lugar). Por último, en esta segunda parte, encontramos las simpáticas y tenebrosas canciones populares, rescatadas de las entrañas más antiguas del país. Tal vez no os lo creáis pero una servidora tiembla con algunas canciones de cuando era una niña, y las que están reseñadas en este libro son diversas, pero también muy siniestras. De todas formas, su lectura es enriquecedora y, aunque me vienen diversas a la mente, destacaré “Kaeri Odori”, una canción llena de rimas que habla sobre la crueldad de una suegra, ¡quién se atreve a entonar semejante melodía!
Y llegando, lamentablemente, al fin de nuestro paseo guiado por el antiguo Japón, encontraremos el apartado de “Fantasías”, las lúgubres y brillantes elucubraciones del autor, a quien consideramos un hito en la investigación del Japón clásico y cuyas escrituras, tal y como nos demuestra en pequeño y relegado rincón del ensayo, sirven hoy en día para descifrar los entresijos de una nación todavía por descubrir. Estas líneas finales nos revelan a una persona con un ansia de saber y de aprender sin límites, dándole al cierre del libro, un aire íntimo y personal, la palmada de gratitud en el hombro del lector, quien ha llegado con éxito a su destino: una visión de Japón totalmente nueva y esclarecedora.
Mi corazón, cual barco en altamar,
Se mece suavemente,
Y, sin embargo, en su interior
Se estremece de pesar.
Marchó a Tokio en 1954 y allí se licenció en Literatura Francesa. En 1957 publicó cuentos en una revista y un año después publicó su primera novela. Ha viajado bastante por Europa y Rusia, y ha sido profesor visitante en el Colegio de México en Ciudad de México y en la Universidad de California en Berkeley. Ha recibido numerosos premios destacando el Nobel de Literatura en 1994. Es autor de ensayos, cuentos y novelas, en las que trata de los conflictos entre las tradiciones y cultura de oriente y occidente y el aislamiento individual y social. [Fuente: Lecturalia]