Estos últimos meses de entrenamiento zen han sido muy intensos porque he estado leyendo e investigando sobre diferentes analogías para poder ver la vida como es, sin apegos y sin ideas preconcebidas.
Y una de las analogías clásicas del zen es tomada del Libro de Tao, que nos dice que somos como el agua. Quizá esto suene tonto, pero si nos ponemos a pensar y a meditar* con esto, la idea es contundente y te golpea como un camión sin frenos.
La vida es una corriente de agua. Lleva su caudal y dirección, y siempre sigue el camino indicado para llegar al océano.
Nosotros somos parte de este río proverbial. Nacemos, crecemos y morimos; pero nunca dejamos de ser parte del río.
Por más que nos esforcemos en hacer que nuestra vida sea significativa y que impacte en la corriente, nunca dejamos de ser pequeñas subcorrientes que se manifiestan en la corriente.
Cada uno de nosotros tenemos una fuerza propia, motivos distintos para fluir o estancarnos. Nacemos y necesitamos de corrientes más fuertes para que nos lleven de la mano y nos hagan crecer fuertes. Después, cuando generamos nuestro propio momentum, hacemos un caudal independiente.
Nuestros riachuelos personales siguen el curso del río.
Pero a veces encontramos obstáculos. Hay rocas en el camino y sobra decir que algunas son enormes.
Cuando encontramos estas piedras, nos estancamos por un momento. Si tenemos mucha fuerza podemos juntar más agua y simplemente cubrir la piedra con nuestro caudal. Si la roca es mayor a nosotros, nos quedamos inmóviles. Pero poco a poco fluimos por el hueco más pequeño y, con constancia, este flujo lo hace más grande para poder pasar a través.
El agua siempre fluye, aunque hay riachuelos que deciden no hacerlo. Se detienen y comienzan a generar moho. Huelen mal y contaminan a las corrientes que pasan junto a ellas.
Y al final, cuando nuestras corrientes personales pierden fuerza, son absorbidas por el gran río principal. Regresamos a él para dar paso a nuevos torrentes.
Somos como el agua. Fluimos.
Si ves la vida desde este punto de vista y lo aplicas a tu propia existencia, verás que poner resistencia y tener apegos es inútil. Es mejor simplemente fluir.
¿Qué tipo de corriente eres? ¿Fluyes con la frescura y sin apegos? ¿Te estancas con el moho por años?
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* Nota chocobudista: Pensar es diferente de meditar. Pensar implica un proceso cognoscitivo en el que las ideas son procesadas y convertidas en juicios o decisiones. Meditar es dejar ir los pensamientos, sin ningún fin en particular. Cuando alguien dice “voy a meditar al respecto”, está en un error. Pensamos en situaciones y cosas. Meditamos en nada.