Hace sólo unos días, cuando Ferrán Adriá ha anunciado que cerraba su restaurante durante dos años, el mundo de la gastronomía se ha conmocionado, se ha rasgado las vestiduras, se ha mesado los cabellos y a punto ha estado de un suicidio colectivo. Porque además, el cocinero ha anunciado que El Bulli no volverá a ser un restaurante. Tras su apertura volverán a dar de comer, pero no puede precisar a cuántos, cuándo y cómo. Envolviendo sus planes en un aura de misterio, no ha especificado en qué se va a convertir, pero sus crípticas palabras dejan entrever que será como una especie de laboratorio de creación e investigación.
Hace siglo y medio, que en Historia no es nada, el panorama era completamente distinto. Cuando Teófilo Gautier anunció en 1840 que iba a hacer un viaje por España, le advirtieron con horror que no se olvidara de llevar colchones, cacharros para comer, peines, trabucos, medicamentos, galletas y otras provisiones, “pues los españoles se limitan a desayunar con una jícara de chocolate y comen un diente de ajo mojado en agua, y para cenar se contentan con un cigarrillo“. Precisamente esa creencia de que iba a adentrarse en un lugar primitivo, salvaje, lleno de bandidos y contrabandistas era lo que le impulsaba a hacer ese viaje.
La primera en la frente. Nada más cruzar la frontera llegó a Astigarraga para hacer noche. Se imaginaba las posadas españolas como en las descripciones del Quijote y el Lazarillo, y todo el cuerpo le picaba sólo de pensar en ellas. Pero lo que se encontró fue muy diferente:
“Cuando fuimos a nuestros cuartos pudimos observar la blancura deslumbrante de la cortina, de la cama y de los balcones, la limpieza de los suelos, digna de las casas de Holanda, y el cuidado en todos los detalles. Unas muchachas hermosas y fuertes, con magníficas trenzas colgando sobre los hombros, bien vestidas y que no se parecían en nada a las maritornes que aguardábamos, iban y venían con una actividad de buen augurio para los clientes. La cena, buena y bien servida no se hizo aguardar. [...] Primero, sirven una sopa [...] Después de la sopa, sirvieron el cocido [...] Está compuesto de un gran trozo de vaca, otro de carnero, pedazos de chorizo, algo de jamón [...] La verdura varía según la época del año; pero los garbanzos son siempre la base de esta comida. [...] Luego vienen los pollos, [...] a renglón seguido el pescado frito, las truchas, la merluza, el cordero asado, los espárragos, la ensalada y como postre las almendras tostadas, el queso de cabra, queso de Burgos y los vinos. El Málaga, el Jerez y un aguardiente muy parecido al anisete de Francia. La bandeja nos trae también un hornillo para encender los cigarros. Con ligeras variantes ésta es la comida que se sirve habitualmente en toda España.”
Siglo y medio después, y a pesar de los pesares, Victoria Beckham pensaba lo mismo que los amigos de Gautier y estaba loca por marcharse de Madrid, “un lugar con muy poco estilo donde siempre huele a ajo”. La verdad, no creo que en el Hotel Santo Mauro, donde se alojaba, haya olido a ajo jamás. Pero así era ella, para dar veracidad al refrán: Al que nunca tuvo bragas, las costuras le hacen llagas.
Unos años después de VB, otra VIP vuelve a la carga. La Jolie quiere marcharse al extranjero con sus seis retoños, lejos de Brad Pitt, y está barajando establecerse en Madrid, “porque es un sitio exótico“, según ha declarado. Después de haber adoptado a un niño en Camboya, a una niña en Etiopía, haber parido a su primogénita en Namibia, renunciando para ella a la nacionalidad norteamericana, haber adoptado otro niño más en Vietnam, y haber tenido sus dos últimos hijos en Francia, está buscando un lugar que sea realmente exótico para establecerse con ellos. Y Madrid es taaaan exótico, y al mismo tiempo se puede vivir en una urbanización de lujo idéntica a como si estuvieras en Los Ángeles. Y nosotros sin saber la suerte que teníamos.
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