Revista Espiritualidad
Una de las paradojas de nuestro tiempo consiste en la defensa de la libertad, sin libertad. Es algo que podemos observar en diferentes ámbitos. En el de la política, en la educación, en la religión o en el mundillo de lo espiritual.
Es como si hipnóticamente se repitieran consignas diversas, por la libertad de pensamiento, sin haber emitido un solo pensamiento propio, pues todos son copiados de otros, que hay tocado las teclas de la consciencia colectiva, que una y otra vez se repiten, como un mantra, ciertas supuestas “verdades" que pueden llegar a perder su entidad de verdad por no ser ni sentidas ni pensadas.
Si defendemos la libertad política, atacando la visión política de otros. ¿Es esto una manifestación del respeto a la libertad?
Si defendemos el derecho a la libertad educativa, limitando el acceso a conocimientos humanísticos (que enseñan a pensar), ¿cómo fomentamos la libertad desde la educación, si no conseguimos que las personas sean menos ignorantes?
Si defendemos la tolerancia interreligiosa e intercultural, mostrando una visión reduccionista y limitante, de algunas tradiciones religiosas (véase en España con el Catolicismo o con el Islam), ¿realmente estamos hablando de tolerancia?
Si hablamos de que queremos libertad para llegar a lo espiritual por nosotros mismos (como ocurre en algunos planteamientos Nueva Era), y queremos imponer nuestra manera de vivir lo espiritual, o bien, consideramos que nuestra forma es superior a la de otros, ¿estamos siendo un ejemplo de lucha por la libertad espiritual?
Todas estas, y otras, actitudes paradójicas, no me suenan a libertad, sino a una nueva forma de totalitarismo de la libertad, de totalitarismo del relativismo, etc. ¿Qué tal si nos planteamos que la libertad que pedimos para nosotros también está bien ejercerla con los otros? ¿Y qué tal si nos paramos a pensar si somos o no realmente libres en lugar de seguir defendiendo la libertad desde actitudes borreguiles diversas?
¿Somos libres? ¿De verdad que lo somos? ¿Lo somos solo porque pensemos que podemos decir lo que nos da la gana? ¿Y realmente decimos lo que nos da la gana, o lo que tenemos grabado como autómatas en el disco duro de nuestro cerebro?
¿Qué tal si empezamos por romper los grilletes que tenemos en la mente y en el alma? Ser libres no puede ser solo algo deseado, ha de ser el resultado de todo un proceso de crecimiento y esfuerzo personal.
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