El término feromona fue acuñado por primera vez en 1956 cuando Karlson y Lüscher lograron aislar un compuesto químico de hembras de mariposa capaz de desencadenar un comportamiento estereotipado en machos de la misma especie. Para que una molécula se considere feromona debe ser una señal química simple, morfológicamente invariable, producir una respuesta comportamental en el receptor y provocar un acoplamiento estímulo respuesta altamente específico, como es el marcaje territorial de los perros y otros animales. Las feromonas son detectadas por el órgano vomeronasal u órgano de Jacobson el cual manda proyecciones neuronales al bulbo olfatorio accesorio y este a su vez al sistema límbico (grupo de estructuras cerebrales que entre otras cosas dirigen el comportamiento, memoria y emociones).
Pero la gran pregunta es ¿Somos los humanos capaces de secretar y detectar feromonas? La aureola mamaria de las mujeres tiene todas las características para la producción de potenciales feromonas. Además es una parte fundamental ya que entra en contacto a diario con el epitelio olfativo del lactante. En 2006 se estableció una correlación entre la facilidad de los bebés para encontrar el pecho y en consecuencia aumentar de peso y el número de las glándulas aureolares de la madre.
Por otro lado, tenemos el caso de las feromonas “sincronizadoras del ciclo menstrual femenino”, varias publicaciones científicas corroboran la existencia de sustancias capaces de alargar o acortar la fase folicular, atrasando o adelantando la menstruación de mujeres que conviven durante al menos 3 meses. Un estudio del 2000, clasifica a las mujeres en dos grupos, “sincronizantes” y “no sincronizantes” según si acompasaban o no sus periodos. Esta disposición viene dada por la capacidad de las sincronizantes a detectar androstenol (feromona humana). Sin embargo otras publicaciones aseguran que no hay evidencia estadística de tal sincronización en humanos. Estos últimos estudios se verifican con el hecho de que el órgano vomeronasal humano es atrófico y por tanto incapaz de detectar feromonas (sólo presenta cinco receptores de los cuales sólo uno se expresa en el epitelio olfativo frente a los 270 de ratones y ranas).
En conclusión, los seres humanos secretamos feromonas, sin embargo y dado que no disponemos de un órgano receptor funcional, es probable que utilicemos otros estímulos siendo los más probables los visuales. Por tanto, cabe preguntarnos si los perfumes con feromonas son un timo o si estamos delante de otro de esos maravillosos casos de efecto placebo. Sólo queda preguntarnos:
¿Es posible que una persona bajo el efecto placebo del perfume se atreva a relacionarse más de lo habitual o a comportarse de una forma más extrovertida?
- Soy la prueba de que se puede excitar sin feromonas
Fuentes: Karlson and Lüscher, 1959; Schaal and Coureaud, 2003; O’Connell and Singer, 1978; Schaal and Doucet, 2006; Stern and McClintock 1998; Morofushi and Shinohara, 2000; Martínez-García and Martínez-Ricós, 2008; Wilson and Kiefhaber, 1991; Strassmann, 1999; Yang, 2006.
Escrito por Laura Serra como colaboración especial.
Esta entrada participa en la III Edición del Biocarnaval, que este mes organiza el blog de El Pakozoico.