El crecimiento del sistema financiero mundial se ha acelerado considerablemente en las últimas décadas. La innovación ligada a la aparición de productos financieros cada vez más complejos ha creado un entorno difícil en el que no todos los inversores responden en base a unas mismas reglas. Algunos economistas se han centrado en la investigación de este tipo de cuestiones debido a su particular incidencia en la figura del consumidor.
Tenemos que diferenciar dos perspectivas, una clásica y otra más actual sobre el comportamiento de los individuos en los mercados. La primera de ellas, que es la convencional, explica las conductas de los agentes económicos en base a reglas que podríamos definir como estrictamente racionales. En este punto, la hipótesis de los mercados eficientes es un modelo utilizado por los economistas clásicos para reflejar que los individuos en los mercados financieros llevan a cabo decisiones eficientes en base a que la información disponible en estos mercados es totalmente perfecta.
Por su parte, la perspectiva más actual recoge aportaciones no sólo de la Economía sino también de otras disciplinas. La psicología conductual que ofrece una visión compatible con el ámbito económico explica que los inversores que operan en el sector financiero lo hacen en base a una serie de variables que la economía clásica no incluye en sus modelos. Algunas de estas variables son puestas de manifiesto por Akerlof y Shiller (2009) al definir el término de ‘Animal Spirits’, que considera la inclusión de factores emocionales que influyen en la toma de decisiones de los individuos. Y es que desde la década de 1970, investigadores de disciplinas tan dispares como la psicología y la economía se han unido para descubrir los problemas que plantea el modelo clásico. Estas aportaciones quedan dentro de una rama experimental de la Economía denominada Behavioral Economics (Economía del Comportamiento), que analiza el comportamiento de los agentes económicos en diferentes mercados.
Una subrama de la Economía del Comportamiento es el Behavioral Finance (Finanzas del Comportamiento) que se centra en la toma de decisiones por parte de los inversores en el sector financiero. Kanheman y Tversky (1979) plantean, desde el punto de vista de la psicología, una aproximación a las finanzas mediante su teoría de las perspectivas. Este enfoque describe cómo actúan los individuos bajo situaciones de riesgo. Uno de los supuestos de este modelo es que los agentes económicos poseen aversión al riesgo, lo que se plasma en una mayor sensibilidad a las pérdidas. A medida que las pérdidas aumentan, el individuo se vuelve favorable a la búsqueda de riesgo, como consecuencia de la pretensión de recuperar lo que ya ha perdido.
Gráfico que recoge la Teoría de las Perspectivas
El debate sobre si los individuos son racionales o no a la hora de plantear sus decisiones de ahorro e inversión permanece aún vivo. Las visiones contrarias sobre esta cuestión de dos premios Nobel 2013, como Eugene Fama y Robert Shiller, evidencia la complejidad de este asunto.
Aunque la perspectiva del Behavioral Finance abarca el conjunto de las decisiones de inversión en los mercados financieros, algunos investigadores se han centrado particularmente en el estudio de ciertos grupos económicos especialmente sensibles a fluctuaciones del precio de los activos. Household Finance se centra en el análisis de aquellos factores que determinan la exposición al riesgo de los hogares e individuos más vulnerables. Algunas instituciones, como la Reserva Federal, el BCE y el Banco de Inglaterra han aportado información en forma de bases de datos para el estudio microeconómico de todas estas cuestiones. El World Development Report (2015) elaborado anualmente por el Banco Mundial se centra este año en el estudio del comportamiento humano, como evidencia para los ‘policy makers’. La idea es la de recoger aspectos claves de las decisiones humanas en ámbitos tan diversos como la salud, el cambio climático, el diseño o las finanzas.
En el ámbito financiero existen factores que favorecen el retraso en la toma de decisiones del individuo. Por ejemplo, la falta de información disponible y el elevado número de alternativas a elegir. Estos elementos alteran el proceso de decisión de los agentes económicos, haciéndolo cada vez menos eficiente. En algunos casos es la impaciencia, en otros el aplazamiento, lo que da lugar a fallos dentro del proceso de elección del individuo. Algunos estudios demuestran que el tiempo tiene una dimensión de distancia que genera efectos diferentes en el individuo en función de si este se encuentra ante una decisión de largo plazo o de corto plazo (Trope and Liberman 2003). Otros investigadores observan una mayor correlación entre alta impaciencia y bajos niveles individuales de ahorro, evidenciando una imprudente planificación financiera (Moffitt and others 2011).
Las opciones predeterminadas (o defaults choices) son una de las cuestiones más relevantes de Behavioral Finance. Muchos investigadores se han centrado en este elemento para explicar lo maleable que pueden llegar a ser las decisiones humanas (Madrian and Shea 2001). Las opciones predeterminadas son alternativas de ahorro que dentro del ámbito de la empresa se plantea al trabajador. En países como EEUU este aspecto se considera relevante ya que los trabajadores tienen que elegir entre diferentes productos de ahorro (pensiones contributivas, seguros de salud, programas de ahorro con condiciones ventajosas a nivel fiscal, etc). Sin embargo, puesto que no existe obligación por participar de estos programas, el predeterminado común ha sido tradicionalmente no contribuir activamente a ningún plan de ahorro. El hecho de no participar en estos planes afecta negativamente al trabajador, ya que está demostrado que la existencia de contribuciones positivas genera una mayor renta neta para el individuo.
No obstante una mayor preferencia por el corto plazo en lo que respecta a las decisiones de ahorro, puede generar una ausencia de respaldo financiero de cara al futuro. Para remediar esto, algunos proyectos, como el de SMART (Save More Tomorrow), buscan formas alternativas de ahorro que remedie esa preferencia individual por el corto plazo (Benartzi and Thaler, 2013). En concreto SMART permite incrementar el ahorro sin perjudicar el sueldo de los trabajadores, así como tampoco obligar a estos a realizar aportaciones frecuentes al fondo. Para el ahorro SMART aprovecha las subidas de sueldo futuras para hacer una transferencia proporcional al fondo. El objetivo es el de reducir la percepción de pérdida del trabajador y evitar una decisión que perjudique ese ahorro. Como se observa en la gráfica, este plan ha permitido incrementar sustancialmente el porcentaje de ahorro de aquellos individuos que decidieron participar del proyecto.
El cambio en ‘default choices’ mejora los ratios de ahorro.
Fuente: Thaler y Benartzi (2004)
Estos estudios deben ser un elemento de reflexión para los reguladores. El adecuado uso de los servicios financieros reduce la vulnerabilidad de los hogares considerablemente. En relación a este punto, paralelamente debe haber un control estatal en lo que respecta a la información financiera, evitando en algunos casos abusos por parte de los proveedores de servicios de este tipo. En este sentido la educación financiera debe ser un instrumento a considerar para mejorar la calidad de las decisiones de los agentes económicos más frágiles. Algunos estudios realizados en Sudáfrica demuestran que el tipo de programación televisiva puede mejorar la adecuación de las decisiones financieras (Berg and Zia 2013). Los autores de este experimento estudiaron los efectos de incorporar mensajes sobre cuestiones financieras en la televisión nacional, así como en otros programas de alta audiencia. Llegaron a la conclusión de que estos contenidos mejoraban considerablemente la productividad de pedir préstamos para propósitos productivos, así como mejorar significativamente el nivel de conocimientos financieros de los hogares.
El empleo de los medios de comunicación para fomentar la educación financiera puede mejorar el proceso de toma de decisiones.
Fuente: Berg y Zia 2013
Es indudable de que en el espectro humano existen factores que impiden una asignación 100% eficiente de los recursos disponibles. Cuestiones psicológicas, que generan cambios impredecibles en el proceso de toma de decisiones, explican en cierta medida el comportamiento optimista que se da en épocas de ‘vacas gordas’, fundamentalmente con la formación de burbujas especulativas. Algunos patrones de comportamiento humano, que se repiten frecuentemente, deben ser un factor de evidencia empírica relevante para los reguladores. Aunque el debate entre economistas sigue latente, las cuestiones relativas a Behavioral Finance ganan peso con cada experimento realizado. Parece obvio que la naturaleza humana difiere de lo que expresa un autómata. Aunque a medida que avanza la tecnología el ser humano es capaz de optimizar su proceso de toma de decisiones con la ayuda de ordenadores y algoritmos. Lo que parece cierto es que los avances técnicos todavía no impiden que miles de personas en el mundo pierdan sus ahorros o su vivienda. Esto refleja que detrás de la infraestructura tecnológica se esconde una realidad humana que experimenta altas dosis de codicia e imprudencia al mismo tiempo. Emociones inherentes al ‘homo sapiens’ que siguen sin explicar adecuadamente los modelos clásicos.
Bibliografía:
AKERLOF, G. y SHILLER, R.J. (2009): Animal Spirits: how human psychology drives the economy, and why it matter for global capitalism, Princeton: Princeton University Press.
BENARTZI, SHLOMO, AND RICHARD THALER (2013): “Behavioral Economics and the Retirement Savings Crisis.” Science 339 (March 8): 1152–53.
BERG, GUNHILD, AND BILAL ZIA (2013): “Harnessing Emotional Connections to Improve Financial Decisions: Evaluating the Impact of Financial Education in Mainstream Media.” Policy Research Working Paper 6407, World Bank, Washington, DC
KAHNEMAN, D. y TVERSKY, A. (1979): “Prospect Theory: An Analysis of Decision Under Risk”, Econometrica, 47 (2), pp. 263-291.
MADRIAN, BRIGITTE C., AND DENNIS F. SHEA (2011): “The Power of Suggestion: Inertia in 401(k) Participation and Savings Behavior.” Quarterly Journal of Economics 116 (4): 1149–87.
MOFFITT et al. (2011): “A Gradient of Childhood Self- Control Predicts Health, Wealth, and Public Safety.” Proceedings of the National Academy of Sciences 108 (7): 2693–98.
TROPE, YAACOV, AND NIRA LIBERMAN (2003): “Temporal Construal. Psychological Review 110 (3): 403–21.
WORLD BANK (2015): World Development Report 2015: Mind, Society, and Behavior. Washington DC: World Bank.