Los aditivos alimentarios son sustancias necesarias para la conservación de nuestros alimentos. ¿Pero son sanos? Hoy os hablamos de su uso y del debate generado por los más polémicos de la industria alimenticia.
Cuando nos llevamos algo a la boca, normalmente, ni si quiera pensamos qué estamos comiendo. La producción de comida a día de hoy recurre normalmente a una cosa llamada aditivos alimentarios para conservarla, decorarla o darle más sabor. A medida que aumenta nuestro conocimiento científico también lo hace nuestra capacidad para analizar lo que comemos. Por ello, a veces, saltan las alarmas con respecto a los aditivos alimentarios. La gran mayoría no pasan de ser puntuales y terminan por mostrarse como inofensivas. Algunas derivan en la prohibición de una u otra sustancia. En cualquier caso, debido al tema tan delicado que representa, suelen dejar huella en la sociedad. Muchas veces una huella de desinformación. Precisamente por eso es imprescindible estar al día de las listas de aditivos alimentarios autorizados y por qué, conocer un poco lo que comemos y mantenernos bien informados sin dejarnos llevar por los nombres complicados, los informes poco fiables o lo que nos digan los demás. Al fin y al cabo, la información está ahí para todo el mundo.
¿Qué son los los aditivos alimentarios?
Con lo que voy a decir me arriesgo a ser malinterpretado, pero es una realidad. Vivimos un ambiente de quimiofobia general. La gente tiene miedo a la palabra aditivo alimentario, la cual le sugiere siempre una sustancia química sospechosa y desagradable usada por la malvada industria alimentaria. Lo cierto es que los aditivos alimentarios son necesarios para que podamos comer y muchísimos de ellos tienen origen puramente natural. Un aditivo es un producto que se añade a un alimento para darle sabor, color, olor o ayudar a que se conserve mejor. El hecho de que ayude a conservarse protegiéndolo de los microorganismos no quiere decir que lleve "veneno". Por suerte (para nosotros) las sustancias letales para los microorganismos no son las mismas que para nosotros. Por otro lado, llevamos usando aditivos alimentarios desde hace cientos de años.
Si no fuera por los aditivos, algunos alimentos sin tratar son muy perecederos y desagradables. Esto no quiere decir que siempre haga falta un aditivo. El yogurt está muy bueno y no por ello tiene que saber a fresa ni ser de color rosa. Pero el que sea de color rosa no lo hace malo para la salud. Esto es importantísimo tenerlo muy claro. Aditivo no es sinónimo de algo pernicioso para la salud, aunque la opinión pública ahora valora mucho más todo lo que lleve asociado "natural" y "orgánico" o similares en la alimentación. Pero, repetimos, muchos aditivos alimentarios son naturales, completamente (incluyendo muchos "E", muchos números y referencias químicas), por lo que no tiene sentido asociar automáticamente a los aditivos alimentarios con algo artificial y perjudicial.
Seguridad y principio de precaución
Existe una cosa empleada comúnmente tanto a nivel legislativo y ejecutivo llamada principio de precaución. Ante la más mínima sospecha de que algo es peligroso, aunque no esté confirmada, la autoridad pertinente pone trabas para evitar un mal mayor. Esto tiene su razón en una cuestión social, ya que es más fácil impedir que un daño llegue a la sociedad que demostrar si existe tal daño o no. Para demostrar la seguridad de un alimento, por ejemplo, se necesitan muchos estudios, tiempo y dinero. Si aparecen un par de estudios apuntando a una reacción posiblemente peligrosa, aunque esta no sea demostrada o sea fruto de la casualidad (no de la causalidad) pero sin pruebas de ello, normalmente la autoridad impone el principio de precaución y corta por lo sano para evitar males mayores.
El problema es que la sociedad es muy grande y está dirigida por numerosos puntos de información. Es aquí donde se origina la desinformación. Existe otra premisa de seguridad y es que tenemos organismos dedicados a analizar qué podemos comer y qué no. No por nada, sino porque ellos tienen el aparato legal y los recursos necesarios para analizar la situación. Una persona normal, sin formación en nutrición, no dedica el tiempo de análisis para tomar su propia decisión, a pesar de que tenga ahí la información. Los organismos que normalmente se dedican al análisis alimentario son la FDA americana, la EFSA europea y la FAO, entre otros. Estos tienen la última palabra sobre lo que podemos comer. Yo, en particular, comparo entre los aditivos permitidos entre unos y otros para sacar mis propias conclusiones, lo que no es siempre fácil. Pero sí accesible.
Aditivos alimentarios ¿peligroso o no?
Existen algunos aditivos que han despertado, especialmente, la alarma social. Algunos siguen todavía en el centro de un intenso debate. Algunos se muestran, según la bibliografía científica, como seguros en nuestro consumo diario. Vamos a ver algunos de ellos.
Bromato potásico
El bromato potásico (E924) fue empleado durante mucho tiempo como un aditivo de la harina para darle más "fuerza". El problema de este aditivo es que si el alimento no es bien cocinado puede conservar una cantidad residual de bromato potásico perjudicial. Éste es un agente oxidante y es capaz de producir cáncer. Actualmente su uso está prohibido en Europa por la EFSA. Sin embargo, no lo está en Estados Unidos por la FDA así que es conveniente evitar su consumo y estar especialmente atentos a los productos de panadería procedentes de este país.
Parabenos
Los parabenos como el butilparabeno o el metilparabeno, son compuestos de origen sintético usados como conservantes en la industria cosmética y también alimentaria. Los parabenos se absorben a través de la piel y pueden acumularse hasta cierta concentración en el cuerpo. Ciertos estudios mostraron hace unos años la posibilidad de que los parabenos estuvieran asociados la producción de cáncer o infertilidad. Los últimos análisis, sin embargo, muestran estos estudios inconcluyentes o mal diseñados. Por su parte, tanto la EFSA como la FDA consideran los parabenos como seguros aunque el debate sigue todavía muy candente. Por ahora, la única evidencia fuerte sobre la peligrosidad de los parabenos es ante una concentración demasiado grande para ser asumida por un ser humano con una dieta y una higiene normal.
Colorantes
Existe cierta preocupación con algunos colorantes tales como el amarillo quinoleina (E104), el Ponceau 4R (E124), el amarillo naranja (E110), la Tartrazina (E102), la Carmoisina (E122) y el rojo allura (E129), los cuales son todos de tonos rojos y amarillos. Estos aditivos alimentarios son usados comúnmente y están presentes en todo tipo de alimentos. Algunos estudios han asociado su acción a la hiperactividad de niños con TDH y otras patologías menores. Sin embargo, los casos resultan muy puntuales y los estudios poco concluyentes a excepción de altas cantidades de algunos colorantes (especialmente en el caso del E122 y el E124). No obstante, la EFSA redujo recientemente la cantidad diaria máxima de estos aditivos que se pueden tomar, obligando, por ley, a reducir sus concentraciones en algunos alimentos.
Butilhidroxianisol y Butilhidroxitolueno (BHA y BHT)
El BHA (E320) es un componente antioxidante usado comúnmente para evitar el enranciamento de las grasas. El BHT (E321) se usa menos, pero su función es esencialmente la misma. El problema que tienen es que se acumula en nuestra propia grasa y son capaces de provocar cáncer y disfunción hormonal, según bastantes estudios que avalan este resultado. Aunque el ambos están prohibido en países como Australia, Japón o en la mayor parte de Estados Unidos, en Europa todavía se emplean en la industria alimentaria. De hecho, en gran parte se utilizan debido a la presión del sector, necesitando una revisión urgente de un comité científico que legisle su uso. Lo mejor es evitar este aditivo.
Diacetilo
Las palomitas con sabor a mantequilla llevan diacetilo, un saborizante presente en este y otros alimentos para potenciar el sabor. Algunos estudios apuntan a cierta asociación del diacetilo con la enfermedad de Alzheimer y problemas respiratorios. Si hacemos una revisión de las últimas publicaciones, sin embargo, se encuentra poca relación. Además, las principales relaciones de la enfermedad respiratoria y el diacetilo se deben, esencialmente, a los vapores de esta sustancia producidos en la industria y no en la bolsa de palomitas.
Estos son solo algunos de los aditivos alimentarios más comunes y debatidos, pero no son los únicos. Otros como los fosfatos, la teobromina o los derivado de aluminio también se encuentran en el ojo del huracán. Sin embargo, como hemos visto con los ejemplos de arriba, hace falta revisar con detenimiento cada cosa, fiándonos especialmente de los organismos dedicados a la legislación de su seguridad, aunque a veces sus decisiones sean contradictorias. Pero en ese caso podremos tomar nuestra propia decisión. Hay que aprender a comer sin miedo, con un poco de razón y siempre con el pensamiento crítico por delante.