Me levanté con un sabor a tinta en la boca. El mismo que, cuando de niño, tenía después de chupar la plumilla con la que aprendí a escribir. El que lee vive más, me recuerdan las tardes del domingo en un programa de radio. Y cada vez que oigo esa frase, caigo en una especie de sueño, en el duermevela de los que nada poseen y todo lo tienen, porque el mayor de los tesoros de la vida está en la metáfora de un poema, en el enigma de un relato, o en las historias que habitan en cada novela. Desde hace muchos años paso el tiempo dibujando palabras, quizá, por eso, hoy soñé que era un libro.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
Revista Arte
Me levanté con un sabor a tinta en la boca. El mismo que, cuando de niño, tenía después de chupar la plumilla con la que aprendí a escribir. El que lee vive más, me recuerdan las tardes del domingo en un programa de radio. Y cada vez que oigo esa frase, caigo en una especie de sueño, en el duermevela de los que nada poseen y todo lo tienen, porque el mayor de los tesoros de la vida está en la metáfora de un poema, en el enigma de un relato, o en las historias que habitan en cada novela. Desde hace muchos años paso el tiempo dibujando palabras, quizá, por eso, hoy soñé que era un libro.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
Sus últimos artículos
-
Mis mejores lecturas del año 2025
-
Joachim trier, valor sentimental: el peso del amor sobre el arte
-
Teatro tribueñe, la gaviota de antón chéjov dirigida por irina kouberskaya: la verdad del arte sobre las emociones
-
Los domingos, dirigida por alauda ruiz de azúa: la fe que lucha contra la libertad de elección
